MAS IMPORTANTE QUE LA
DETENCION DOMICILIARIA DE URIBE ES TRABAJAR POR LA GRAN ALIANZA POPULAR
DEMOCRATICA Y REVOLUCIONARIA QUE NECESITA NUESTRO PUEBLO.
La tormenta desatada por la
jauría del Centro Democrático a raíz de la decisión de la Corte Suprema de
Justicia de detención domiciliaria de un delincuente que hace años debería
haber sido condenado, el señor Álvaro Uribe Vélez, desde luego, ha puesto en
tensión a muchas fuerzas políticas y ciudadanía en general. Y no era para menos,
al fin y al cabo, este personaje ha sido ungido con la aureola de gran jefe,
gran mesías y de “ciudadano ejemplar” por una amplia base social desencantada,
atormentada, destrozada y condenada a padecer los horrores de una guerra
cruelmente degradada, así él mismo fuera parte de ese ambiente pestilente que
se respiraba y que aún hoy sigue enrareciéndolo.
Ante una decisión de la cual
se puede decir que muy pocas personas la esperaban, la jauría del Centro
Democrático arma la tormenta, llama al pueblo a levantarse contra las Cortes, a
exigir que esa decisión sea revocada y si no se revoca, a que el Congreso
convoque una Asamblea Constituyente para reformar la Justicia, pues su
prepotencia los lleva a creer que se pueden perpetuar indefinidamente en el
poder y que su “ciudadano ejemplar” es intocable. Otros, desde el centro
derecha como el Grupo de Puebla que lo integran diferentes personalidades de
América Latina y por Colombia cuenta con la presencia de Ernesto Samper P. y
Clara López O., dicen que esa decisión… “demuestra la fortaleza de la institucionalidad
democrática en Colombia, basada en la separación y el respeto de sus poderes
públicos”. … A los dirigentes de este sector de la sociedad, de la política y
de la opinión, les interesa mantener y consolidar esta imagen, puesto que de lo
que se trata es cómo preparar el terreno para las próximas elecciones y de cómo
gobernar el siguiente período.
Una amplísima mayoría de la
opinión pública del país con tendencias ideológicas y políticas muy
heterogéneas está de acuerdo con la decisión de la Corte, incluidos sectores
uribistas temerosos unos, inconformes otros, porque confían aún en el sistema
burgués y su imparcialidad en la justicia, aunque la historia en todo el mundo,
y particularmente en nuestro país demuestra hasta el cansancio que esto no es
así. Con mayor razón, el siglo XX y lo que llevamos del XXI, nos muestra con
aterradora crudeza que el férreo dominio político de la élite oligárquica no ha
tenido ni tiene nada parecido siquiera a un régimen liberal democrático y a una
justicia más igualitaria, y en estos últimos años, en pleno régimen
narcofascista, menos. Pero aun así, no les falta razón, puesto que al menos
eso, psicológicamente les ayuda a descargase un peso de encima.
De esa manera, esta gran
mayoría de colombianos simplemente espera que la decisión de la Corte no se
quede en la orden de detención provisional domiciliaria de Uribe, sino que lo
juzgue y condene. Es decir, espera que esta “Justicia” reinante en Colombia,
con lo exiguo o casi nada que tiene de independencia, autonomía y legitimidad
para actuar, funcione, al menos en este caso. Salvo muy poca gente, no hay la
noción de que impartir justicia igual para todos los ciudadanos, sean quienes
sean, no es un problema de simples deseos, de buena voluntad, o simplemente de
actitud imparcial de los jueces, sino que requiere otro tipo de relaciones
entre gobernantes y gobernados; que estas relaciones dependen de las conquistas
que esos grandes sectores sociales hayan alcanzado en su poder de decisión
política, en sus derechos y en su capacidad para obligar a los poderes públicos
a respetar y hacer respetar las reglas establecidas en ese desigual juego de
poderes entre “los de arriba” y “los de abajo”.
Y en el festín de propuestas
que se abre, no faltan los deschavetados que aparecen en las aguas turbias y
alguno de ellos plantea que “si todavía habrá ingenuos que creen que la Corte
va a condenar a Uribe”; con aires de pontífice arguye que como “ni la Corte ni
Colombia son independientes”, “juzgar a Uribe implica derrotar –de plano- a los
EE. UU. y a toda la casta dominante colombiana”. Los tozudos hechos muestran y
demuestran que esto no es cierto. Los imperialistas norteamericanos y sus
lacayos en donde están sometidos a su disposición, con sus destartaladas
instituciones, entre ellas la rama judicial, cuando algún bandido les “juega
sucio”, lo condenan. ¿O eso no fue lo que sucedió con Manuel Antonio Noriega y
Vladimiro Montesinos en América Latina? ¿Eso mismo, aunque con procedimientos
distintos, no fue lo que sucedió con terroristas y dictadores como Osama bin
Laden, Saddam Hussein, Muamar Gadafi en el Medio Oriente? Todos estos personajes
fueron buenos sirvientes del imperialismo norteamericano, y algunos de ellos en
las filas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), pero llegó el momento en
que se volvieron incómodos para los planes tácticos de sus amos e incluso hasta
peligrosos, y por eso terminaron como terminaron. ¿No será que Uribe también se
les volvió incómodo y necesitan removerlo?
Desgraciadamente, no para
nosotros, y quizá tampoco para nuestro pueblo, sino para el “mal pensante” que
plantea eso, los ingenuos en Colombia no son ni uno ni dos ni tres; son
millones los que todavía creen en la fortaleza de la democracia burguesa y sus
instituciones, en el Estado de Derecho y su separación de poderes y en la
imparcialidad de la justicia dentro de este sistema. ¿Y no será por eso que ese
desafortunado autor termina invitando a que “hay que cogerle la caña” a los uribistas
en cuanto a la propuesta de éstos de convocar a una “Asamblea Nacional
Constituyente para reformar la justicia”?
Es por ello que no hay que
sobreestimar el hecho de la detención de Uribe creyendo que con eso se puede
redimir todos los males de la justicia y sanar todas las heridas que lleva
nuestro pueblo, ni tampoco subestimar lo que podríamos y deberíamos hacer las
fuerzas democráticas y revolucionarias en el momento, como está planteada la
situación, no solo ahora, sino desde el proceso electoral pasado. Desde nuestro
espacio político de EL FARO SOCIAL, a
fines de 2.017, lanzamos nuestra propuesta por LA
GRAN ALIANZA QUE NECESITA LA CONSOLIDACIÓN DEL PROCESO DE PAZ Y LA
DEMOCRATIZACION DE LA VIDA SOCIAL Y POLITICA DEL PAIS. Si
bien es cierto nuestras debilidades no nos permitieron una difusión amplia de
la misma, estamos convencidos que lo que allí expusimos en ese momento fue
acertado y sigue teniendo vigencia, y tal vez ahora con mayor razón.
Las elecciones presidenciales
de 2.018 las perdimos las fuerzas democráticas y revolucionarias, no porque el
uribismo fuera demasiado fuerte, sino porque los sectores y personalidades
liberales, los demócratas y los grupos revolucionarios no tuvimos la capacidad
para entender el momento y producir los cambios necesarios para llevar adelante
esa gran alianza que debió hacerse. Ahora ha comenzado a agitarse esa idea, con
la ventaja de que algunas de las personalidades más influyentes como Humberto
de La Calle L. y Gustavo Petro ya se pronunciaron por un gran acuerdo nacional;
igualmente otros sectores sociales y de opinión lo están haciendo, aunque con
diferencias grandes, pero al fin y al cabo en esa dirección, como fruto de que
se ha comenzado a sentir con más fuerza y urgencia esa necesidad. Pero además,
el Centro Democrático ya no es la misma fuerza unificada como lo era en ese
momento; a su interior ya hay grietas que tienden a abrirse y profundizarse aún
más. Sin hacernos cuentas alegres, esto es favorable para nosotros.
Desde nuestras modestas
capacidades y nuestra posición política, creemos que lo esencial para
consolidar una propuesta no solo de orden electoral, sino con la perspectiva de
consolidar una fuerza popular, democrática y revolucionaria que sustente esa
gran alianza democrática y revolucionaria a mediano y largo plazos, es la
construcción de un Programa Político alrededor del cual se unifiquen las
fuerzas que lo acojan, comprometiéndose a trabajar por su realización. Este es
uno de los grandes retos que tenemos en este momento; el otro es el de comenzar
a convocar a todas las fuerzas que sean suceptibles de conformar esa gran
unidad, esa fuerza social y política que nos garantice el triunfo en las
próximas elecciones y la consolidación del Movimiento Democrático en lo
sucesivo. Si bien el triunfo en las próximas elecciones no puede y no debe ser
el objetivo máximo en este caso, sí es una de las condiciones esenciales puesto
que de lo que se trata es de derrotar y remover la alianza de la “godarria”
tradicional y la ultraderecha narcofascista para poder llevar adelante todas
las reformas políticas que necesita el país. Dicho programa igualmente debe ser
suceptible de modificaciones, en la medida en que el proceso social y político
avance.
En nuestro documento anterior
señalamos unos puntos que considerábamos fundamentales para la unificación
política. Ahora hay que revisar esos puntos y determinar hasta donde siguen
siendo válidos para el proyecto de programa del que hablamos aquí. Igualmente
adjuntamos a este escrito, el anterior, pues en primer lugar, las variaciones
de la situación política en estos dos años no han sido muchas; en segundo
lugar, creemos que lo allí expuesto sigue siendo válido; y en tercer lugar, la
amarga derrota que padecimos todos por no haber hecho lo que debimos hacer, nos
debe servir, al menos, de escarnio. Y si eso no nos alerta, quiere decir que hemos
pasado y seguimos pasando el tiempo en vano.
Con mucho aprecio por todos y
para todos, del
FARO SOCIAL
MARINO
AUSECHA CERON
Popayán, agosto 17/2.020