viernes, 21 de agosto de 2020

UN DELINCUENTE PRESO EN LA COMODIDAD DOMICILIARIA NO PUEDE OSCURECER NUESTRO PANORAMA POLÍTICO.

 

MAS IMPORTANTE QUE LA DETENCION DOMICILIARIA DE URIBE ES TRABAJAR POR LA GRAN ALIANZA POPULAR DEMOCRATICA Y REVOLUCIONARIA QUE NECESITA NUESTRO PUEBLO.

 

La tormenta desatada por la jauría del Centro Democrático a raíz de la decisión de la Corte Suprema de Justicia de detención domiciliaria de un delincuente que hace años debería haber sido condenado, el señor Álvaro Uribe Vélez, desde luego, ha puesto en tensión a muchas fuerzas políticas y ciudadanía en general. Y no era para menos, al fin y al cabo, este personaje ha sido ungido con la aureola de gran jefe, gran mesías y de “ciudadano ejemplar” por una amplia base social desencantada, atormentada, destrozada y condenada a padecer los horrores de una guerra cruelmente degradada, así él mismo fuera parte de ese ambiente pestilente que se respiraba y que aún hoy sigue enrareciéndolo.

Ante una decisión de la cual se puede decir que muy pocas personas la esperaban, la jauría del Centro Democrático arma la tormenta, llama al pueblo a levantarse contra las Cortes, a exigir que esa decisión sea revocada y si no se revoca, a que el Congreso convoque una Asamblea Constituyente para reformar la Justicia, pues su prepotencia los lleva a creer que se pueden perpetuar indefinidamente en el poder y que su “ciudadano ejemplar” es intocable. Otros, desde el centro derecha como el Grupo de Puebla que lo integran diferentes personalidades de América Latina y por Colombia cuenta con la presencia de Ernesto Samper P. y Clara López O., dicen que esa decisión… “demuestra la fortaleza de la institucionalidad democrática en Colombia, basada en la separación y el respeto de sus poderes públicos”. … A los dirigentes de este sector de la sociedad, de la política y de la opinión, les interesa mantener y consolidar esta imagen, puesto que de lo que se trata es cómo preparar el terreno para las próximas elecciones y de cómo gobernar el siguiente período.

Una amplísima mayoría de la opinión pública del país con tendencias ideológicas y políticas muy heterogéneas está de acuerdo con la decisión de la Corte, incluidos sectores uribistas temerosos unos, inconformes otros, porque confían aún en el sistema burgués y su imparcialidad en la justicia, aunque la historia en todo el mundo, y particularmente en nuestro país demuestra hasta el cansancio que esto no es así. Con mayor razón, el siglo XX y lo que llevamos del XXI, nos muestra con aterradora crudeza que el férreo dominio político de la élite oligárquica no ha tenido ni tiene nada parecido siquiera a un régimen liberal democrático y a una justicia más igualitaria, y en estos últimos años, en pleno régimen narcofascista, menos. Pero aun así, no les falta razón, puesto que al menos eso, psicológicamente les ayuda a descargase un peso de encima.

De esa manera, esta gran mayoría de colombianos simplemente espera que la decisión de la Corte no se quede en la orden de detención provisional domiciliaria de Uribe, sino que lo juzgue y condene. Es decir, espera que esta “Justicia” reinante en Colombia, con lo exiguo o casi nada que tiene de independencia, autonomía y legitimidad para actuar, funcione, al menos en este caso. Salvo muy poca gente, no hay la noción de que impartir justicia igual para todos los ciudadanos, sean quienes sean, no es un problema de simples deseos, de buena voluntad, o simplemente de actitud imparcial de los jueces, sino que requiere otro tipo de relaciones entre gobernantes y gobernados; que estas relaciones dependen de las conquistas que esos grandes sectores sociales hayan alcanzado en su poder de decisión política, en sus derechos y en su capacidad para obligar a los poderes públicos a respetar y hacer respetar las reglas establecidas en ese desigual juego de poderes entre “los de arriba” y “los de abajo”.

Y en el festín de propuestas que se abre, no faltan los deschavetados que aparecen en las aguas turbias y alguno de ellos plantea que “si todavía habrá ingenuos que creen que la Corte va a condenar a Uribe”; con aires de pontífice arguye que como “ni la Corte ni Colombia son independientes”, “juzgar a Uribe implica derrotar –de plano- a los EE. UU. y a toda la casta dominante colombiana”. Los tozudos hechos muestran y demuestran que esto no es cierto. Los imperialistas norteamericanos y sus lacayos en donde están sometidos a su disposición, con sus destartaladas instituciones, entre ellas la rama judicial, cuando algún bandido les “juega sucio”, lo condenan. ¿O eso no fue lo que sucedió con Manuel Antonio Noriega y Vladimiro Montesinos en América Latina? ¿Eso mismo, aunque con procedimientos distintos, no fue lo que sucedió con terroristas y dictadores como Osama bin Laden, Saddam Hussein, Muamar Gadafi en el Medio Oriente? Todos estos personajes fueron buenos sirvientes del imperialismo norteamericano, y algunos de ellos en las filas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), pero llegó el momento en que se volvieron incómodos para los planes tácticos de sus amos e incluso hasta peligrosos, y por eso terminaron como terminaron. ¿No será que Uribe también se les volvió incómodo y necesitan removerlo?

Desgraciadamente, no para nosotros, y quizá tampoco para nuestro pueblo, sino para el “mal pensante” que plantea eso, los ingenuos en Colombia no son ni uno ni dos ni tres; son millones los que todavía creen en la fortaleza de la democracia burguesa y sus instituciones, en el Estado de Derecho y su separación de poderes y en la imparcialidad de la justicia dentro de este sistema. ¿Y no será por eso que ese desafortunado autor termina invitando a que “hay que cogerle la caña” a los uribistas en cuanto a la propuesta de éstos de convocar a una “Asamblea Nacional Constituyente para reformar la justicia”?   

Es por ello que no hay que sobreestimar el hecho de la detención de Uribe creyendo que con eso se puede redimir todos los males de la justicia y sanar todas las heridas que lleva nuestro pueblo, ni tampoco subestimar lo que podríamos y deberíamos hacer las fuerzas democráticas y revolucionarias en el momento, como está planteada la situación, no solo ahora, sino desde el proceso electoral pasado. Desde nuestro espacio político de EL FARO SOCIAL, a fines de 2.017, lanzamos nuestra propuesta por LA GRAN ALIANZA QUE NECESITA LA CONSOLIDACIÓN DEL PROCESO DE PAZ Y LA DEMOCRATIZACION DE LA VIDA SOCIAL Y POLITICA DEL PAIS. Si bien es cierto nuestras debilidades no nos permitieron una difusión amplia de la misma, estamos convencidos que lo que allí expusimos en ese momento fue acertado y sigue teniendo vigencia, y tal vez ahora con mayor razón.

Las elecciones presidenciales de 2.018 las perdimos las fuerzas democráticas y revolucionarias, no porque el uribismo fuera demasiado fuerte, sino porque los sectores y personalidades liberales, los demócratas y los grupos revolucionarios no tuvimos la capacidad para entender el momento y producir los cambios necesarios para llevar adelante esa gran alianza que debió hacerse. Ahora ha comenzado a agitarse esa idea, con la ventaja de que algunas de las personalidades más influyentes como Humberto de La Calle L. y Gustavo Petro ya se pronunciaron por un gran acuerdo nacional; igualmente otros sectores sociales y de opinión lo están haciendo, aunque con diferencias grandes, pero al fin y al cabo en esa dirección, como fruto de que se ha comenzado a sentir con más fuerza y urgencia esa necesidad. Pero además, el Centro Democrático ya no es la misma fuerza unificada como lo era en ese momento; a su interior ya hay grietas que tienden a abrirse y profundizarse aún más. Sin hacernos cuentas alegres, esto es favorable para nosotros.

Desde nuestras modestas capacidades y nuestra posición política, creemos que lo esencial para consolidar una propuesta no solo de orden electoral, sino con la perspectiva de consolidar una fuerza popular, democrática y revolucionaria que sustente esa gran alianza democrática y revolucionaria a mediano y largo plazos, es la construcción de un Programa Político alrededor del cual se unifiquen las fuerzas que lo acojan, comprometiéndose a trabajar por su realización. Este es uno de los grandes retos que tenemos en este momento; el otro es el de comenzar a convocar a todas las fuerzas que sean suceptibles de conformar esa gran unidad, esa fuerza social y política que nos garantice el triunfo en las próximas elecciones y la consolidación del Movimiento Democrático en lo sucesivo. Si bien el triunfo en las próximas elecciones no puede y no debe ser el objetivo máximo en este caso, sí es una de las condiciones esenciales puesto que de lo que se trata es de derrotar y remover la alianza de la “godarria” tradicional y la ultraderecha narcofascista para poder llevar adelante todas las reformas políticas que necesita el país. Dicho programa igualmente debe ser suceptible de modificaciones, en la medida en que el proceso social y político avance.

En nuestro documento anterior señalamos unos puntos que considerábamos fundamentales para la unificación política. Ahora hay que revisar esos puntos y determinar hasta donde siguen siendo válidos para el proyecto de programa del que hablamos aquí. Igualmente adjuntamos a este escrito, el anterior, pues en primer lugar, las variaciones de la situación política en estos dos años no han sido muchas; en segundo lugar, creemos que lo allí expuesto sigue siendo válido; y en tercer lugar, la amarga derrota que padecimos todos por no haber hecho lo que debimos hacer, nos debe servir, al menos, de escarnio. Y si eso no nos alerta, quiere decir que hemos pasado y seguimos pasando el tiempo en vano.

Con mucho aprecio por todos y para todos, del

 

FARO SOCIAL

 

MARINO AUSECHA CERON

 

Popayán, agosto 17/2.020

        

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