A PIEDAD CORDOBA. IN MEMORIAN
Pocas mujeres en Colombia han podido o han querido destacarse, superando obstáculos y barreras, rompiendo hábitos y costumbres más que conservadores, ultrarreaccionarios de una sociedad patriarcal, tenazmente aferrada a las creencias religiosas de las jerarquías Católicas, resumidas en la defensa de Tradición, Familia y Propiedad, en el dominio de la gran propiedad territorial y de todos los preceptos religiosos, en particular, los relacionados con el papel de la mujer en la sociedad moderna, su sumisión y reclusión a la vida hogareña y la consecuente exclusión de su participación en la vida pública que dominaron todo el siglo XIX, hasta bien entrado el siglo XX.
Y muy a pesar de que a partir de los años 30 del siglo XX vinieran significativos avances en el fortalecimiento de fuerzas políticas y cambios institucionales que consolidaron el ejercicio de derechos democráticos, esas fuerzas ultramontanas se han mantenido y, aún hoy, siguen acudiendo a procedimientos violentos, prácticas y comportamientos políticos, sociales y culturales absolutamente intolerables de oposición y rechazo a todo intento de modificar ese statu quo para avanzar a una sociedad en la que impere la democracia liberal en evolución y cambio, rumbo a normatividades más conscientes y libres de convivencia.
Lo vivido por Piedad Córdoba en su lucha por avanzar hacia la consolidación de un ambiente político y social de conquista y ejercicio de reivindicaciones y derechos democráticos, y en particular, por la solución negociada del conflicto armado en Colombia, son el monumento y testimonio imperecedero de lo que le acontece a personas, y sobre todo a mujeres como ella que se atreven a desafiar y pasar por encima de símbolos y simbolismos mantenidos, sostenidos y adornados por esas jerarquías político-religiosas para reforzar a diario el dominio ideológico sobre la servidumbre; que se atreven a pensar y luchar contra una legalidad impuesta para someter a los mismos que la legitiman cada cuatro años; a proponer el cambio de un orden que solo ha beneficiado y beneficia a esas jerarquías.
Al caminar por ese tortuoso camino de propender, procurar, ayudar y hacer todo lo que estuvo a su alcance para lograr la solución negociada del conflicto armado interno en Colombia, en una situación política y social tan radicalizada y compleja por la intervención de fuerzas político-militares internas y externas, ultrarreaccionarias unas, supuestamente revolucionarias otras, con intereses económicos y políticos inmediatos tan opuestos, convenidos y concertados unos y encontrados otros; en unas condiciones en que no había libreto preparado que sirviera, en que no había camino y había que hacerlo al andar, Piedad, como toda persona que no solo habla sino que actúa en situaciones semejantes, tuvo que cometer errores, tal vez voluntarios unos e involuntarios otros.
Pero la Negra (como cariñosamente le decían), caminó. Caminó bien e hizo lo que había que hacer. Fue consecuente con su posición de liberal demócrata. Demostró su gran carácter, su gran voluntad política para enfrentarse a las adversidades, sin dejarse doblegar por los grotescos ataques de que fue víctima. Siempre asumió ante esa conducta de sus detractores, gestos y respuestas con altura, con generosidad. Porque la verdad es que adversarios no tuvo. Lo que no le faltó fue detractores y verdugos.
La opinión pública progresista nacional, de América Latina y quienes hemos estado atentos a todos estos acontecimientos, pudimos presenciar la gran campaña sucia, asquerosa, digna solo de quienes acuden a los métodos más reprobables para descalificar, demeritar, difamar, destruir y aniquilar, no solo a la persona como persona, sino principalmente a lo que ella representa, a la validez y grandeza de su lucha, a lo que significan los motivos de lucha por acabar privilegios a los que se aferran y defienden, no importa los medios a los que deciden acudir.
Desde antes de existir nuestro sector político organizado EL FARO SOCIAL, estuvimos muy atentos a sus acciones políticas en pro de llegar a la solución política del conflicto armado en Colombia y en algún momento intentamos establecer comunicación con ella para compartir nuestras opiniones sobre el particular y apoyar el proceso, pero no tuvimos éxito en nuestros propósitos. Sin embargo, siempre estuvimos atentos a la evolución del mismo y mantuvimos nuestra posición de apoyo para lograrlo. Ahora, EL FARO SOCIAL se une a todas las voces de reconocimiento a una personalidad tan valiosa como ella.
Hacemos este sencillo pero sentido homenaje para resaltar su obra, su lucha y su aporte a un proceso tan necesario en un momento crucial, pero que esas fuerzas ultraderechistas han hecho todo lo que ha estado a su alcance por “volverlo trizas” como dijeron, y siguen empeñadas en demeritarlo y enterrarlo.
¡Querida Piedad! ¡No te despedimos! ¡Te sentimos y sentiremos siempre al lado nuestro!
EL FARO SOCIAL.
Popayán, enero 22/2.024
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