Desde el punto de vista
biológico, nada hay en común entre el neoliberalismo y el coronavirus. Pero
desde el punto de vista económico, político y social, mucho; pues este bichito
travieso y perverso ha demostrado un gran potencial para causar estragos. Llegó
con su carga de catalizadores a aumentar la velocidad de fermentación de las
crisis; de la financiera del año 2.008 generadora de la reciente recesión de la
economía mundial, de la que aún no ha podido salir; de la nueva crisis
petrolera que continúa, pero sobre todo a echarle combustible a la hoguera de
la confrontación entre los dos bloques imperialistas actuales que se disputan
la hegemonía mundial: de un lado, Estados Unidos, Unión Europea, Japón y demás
aliados y del otro, Rusia, China, Corea del Norte, Irán y todos sus socios.
Si bien la turbulencia de esta
hoguera “le quema las pestañas a quienes se le acerquen demasiado”, esto no
significa que el sistema capitalista-imperialista actual con su modelo
neoliberal esté al borde del colapso y menos aún colapsado. Pero suponiendo que
lo estuvieran, ¿con qué otro tipo de economía remplazaríamos la actual? ¿con el
modelo anterior en su forma de intervencionismo de Estado, en el cual los
Estados capitalistas burgueses asumen la dirección estratégica de toda la
economía capitalista? esto es lo que están haciendo ahora Rusia y China. ¿Y por
eso han dejado de ser economías capitalistas feroces y voraces como las de
Occidente?
¿O será adoptando la forma del
llamado Estado de bienestar, promoviendo la generación de empleo así sea
improductivo, y la inversión social para ocupar y proveerle ingresos a los millones
de hambrientos que demandan mínimos de subsistencia?, esto ya lo hizo Europa
después de la II Guerra Mundial. ¿Y por eso cambió la naturaleza rapaz del modo
de producción capitalista? No. Esa política asistencialista fue diseñada para
distraer el hambre de los millones de parados. ¿O nos atenemos a los emplastos
que nos ofrecen algunos que plantean que el Covid-19 y su pandemia modificarán
y cambiarán a tal punto esta sociedad capitalista-imperialista, que la que
seguirá, será tan distinta, llena de bondad, humanismo, solidaridad, tan tierna
y amorosa, que no habrá necesidad, claro está, de revoluciones ni luchas
políticas ni nada por el etilo?. Qué asombroso descubrimiento que dividirá la historia
humana, ya no en antes y después de Cristo, sino en antes y después del
Covid-19. Antes de éste, las grandes revoluciones económicas, políticas y
culturales las hacían los revolucionarios y los pueblos; ahora es el sorprendente
Covid-19 que nos las traerá a domicilio. Solo hay que esperar a que termine su obra.
Ante tan monumental candidez, uno no sabe si reír, llorar, emberracarse, o
simplemente morirse de tristeza, pues es sencillamente inconcebible que haya
hoy ese tipo de personas que, en un impresionante alarde de ignorancia enfática
(que es la peor de todas), hablen con tanto desparpajo que un modo de
producción social en general, y en particular, el modo de producción capitalista-imperialista,
puede ser transformado sin cambiar las relaciones de producción en general, y
en particular, las relaciones de producción capitalistas.
La pandemia ha cambiado y
cambiará muchas formas de vida, de producir y de abastecer las necesidades que
la gente en todas las clases y sectores de clase, demanda para sobrevivir. Pero
transformar las relaciones de producción de un modo de producción,
específicamente el modo de dominante, solo lo pueden hacer los revolucionarios
a la cabeza de un poderoso movimiento revolucionario de obreros, campesinos,
estudiantes, intelectuales y sectores medios de la población trabajadora de
cada país en particular. Y es eso lo que hay que hacer en nuestro país y en el
mundo. La pandemia generada a partir de la presencia del Covid-19 ha venido a
echarle leña al fuego de las crisis económicas, políticas, sociales y
culturales que el sistema capitalista acarrea desde hace mucho tiempo atrás,
agravadas por la violenta disputa por la hegemonía mundial desatada por los
monopolios y oligopolios (trans-multinacionales y gigantescas corporaciones),
intensificadas en las últimas décadas por la política neoliberal y agigantadas
ahora por la pandemia.
No cabe la menor duda. El
Covid-19 está ahondando y agravando estas crisis del sistema
capitalista-imperialista actual, pero no puede terminar con él, y menos acabar
con la humanidad. Tampoco cabe duda que el desempleo se ha extendido y
acentuado; se ha agravado la recesión de la economía mundial y de cada país en
particular; hay actividades económicas que han sufrido graves trastornos y han
llegado a la parálisis, como los sistemas de trasporte terrestre, fluvial y
aéreo; otras han repuntado espectacularmente como algunos renglones del
comercio virtual y de tecnología informática, de la medicina, y el sistema
financiero que no ha sufrido ningún daño, por el contrario, está haciendo su
agosto, a costa de los miles de muertos, del confinamiento y del pánico
generado por la pandemia.
Con la emergencia originada en
la pandemia y con el aval y contubernio de la Organización Mundial de la Salud-OMS,
se ha montado un gigantesco negocio por parte de los oligopolios
(trans-multinacionales) productoras de drogas, instrumental e implementos
médicos, tales como tapabocas, respiradores y el que viene por la adquisición
de la vacuna cuando la aprueben. Ya estamos suficientemente enterados en
nuestro país, de cómo el monigote demagogo que nos tocó, con su cascada de
decretos hechos para favorecer a esas trans-multinacionales y a la élite dueña
de empresas y del sistema financiero en Colombia, exige y obliga que medicamentos,
instrumental e implementos médicos, sean adquiridos en el mercado
internacional, mientras que a los productores nacionales se les niega los
permisos del INVIMA para producirlos y
comercializarlos, con el manido argumento de que “no cumplen con los estándares
internacionales”. Al amparo de la
pandemia, con un Congreso que ni siquiera virtualmente funciona y con una Rama
Judicial en la que pesan más sus enredos de corrupción que las injusticias del
país, este monigote al servicio del Centro Democrático ha montado la tramoya de
su pequeño círculo de aprendices de tirano, que gobiernan por decreto sin
rendirle cuentas a nadie, con la farsa televisada a diario, de que es “para
mantener informada a la opinión pública”.
La pandemia le trajo al Centro
Democrático un altar con virgen incluida, rosario y escapulario. Desde allí ha asumido la dirección del
gobierno; ha silenciado a la oposición; ha conseguido lo que de otro modo no
habría podido hacer, que es frenar y echar atrás los Acuerdos de Paz de La
Habana con las instituciones que se habían creado para ponerlos en acción,
incluida la JEP; mientras que por otro lado, ha puesto la manga larga y ancha
para mantener y ampliar los beneficios al gran capital internacional y a la
élite dueña de los grandes negocios lícitos e ilícitos de este país; al paso
que la masa de medianos, pequeños microempresarios y micronegocios, han quedado
sometidos a la tortura de ver languidecer sus esperanzas, teniendo muchos que
darse por vencidos y cerrar. A ninguno de estos lobos le ha importado ni les
importa los miles de muertos víctimas de la pandemia y del criminal sistema de
salud con el que tenemos que batirnos a diario. Tampoco les ha importado ni les
importa la salud de la gente al reactivar empresas y los grandes comercios con
el día sin IVA con tanta irresponsabilidad, como lo hemos presenciado con
nuestros propios ojos.
Allí
tenemos de cuerpo entero las “hazañas”
del señor Uribe Veles, del Centro Democrático y su monigote, conseguidas
sin mucho esfuerzo, pues el camino allanado por las bobaliconas ilusiones de no
pocos liberales y otros personajes que deseaban y proponían a Duque alejarse de
la jauría de Uribe, atraer a la “izquierda” y asumir una posición independiente
para unir al país y enfrentar la pandemia, les facilitó la tarea. Hasta ese
tipo de candideces llegamos por no tener claro que el modelo neoliberal y el
narco-fascismo, que son los que reinan en este país con su
extremismo-derechismo, no están colapsados ni mucho menos muertos, y podrán
sostenerse por más tiempo manejando y usufructuando esta y otras situaciones,
por complicadas que sean, gracias a las dificultades que nosotros mismos, desde
el otro lado, desde el lado de las fuerzas políticas revolucionarias y
democráticas, hemos ayudado a crear en los procesos de unidad de acción y de
superación de la dispersión y fragmentación que padecemos.
Toda la información que a
diario recibimos confirma con creces lo que ya desde el principio de la
pandemia enunciamos: que alrededor de ésta se advertía un macabro manejo
político y económico; que los de arriba, la élite, no estaban dispuestos a
ceder nada y seguir ejerciendo el poder político para alagar más sus ganancias,
o al menos para no perder tanto; que los de en medio, pujaban también por no
perder mucho y hasta donde les fuera posible, salir favorecidos; y que los de
abajo, la gran mayoría, los irredentos de siempre, que carguen con todo el
peso, así sea muertos de hambre.
MARINO
AUSECHA CERON
FARO SOCIAL