domingo, 25 de diciembre de 2022

PROPUESTA CULTURAL PARA CONTRIBUIR EN LOS PROCESOS DE DEMOCRATIZACIÓN DEL PAIS Y DEL CAUCA EN PARTICULAR.

Estimados compañeros y amigos de EL FARO SOCIAL. Como pueden apreciar, el documento que adjuntamos aquí para su publicación, está elaborado desde sept. 15/2.022, pero la propuesta cultural de la que se habla en él, ha tenido un largo proceso de maduración, el cual viene de mucho antes. En estos últimos meses, hemos intentado poner en práctica dicha propuesta y hemos avanzado, es cierto; sin embargo, aún nos falta mucho camino por recorrer, tanto en los mecanismos organizativos e institucionales que nos permitan su ejecución, como también en el debate, la discusión, análisis y desarrollo del conocimiento en un campo tan amplio, complejo y sensible como es la creación artística y cultural y su papel en la vida social y política de los pueblos. Con la relativa comprensión de su magnitud, creemos que podemos avanzar en su realización porque estamos convencidos que, en las circunstancias en que nos encontramos, particularmente en el Cauca y en general en todo el país, la cultura puede ser el bálsamo que ayude a cicatrizar muchas heridas en nuestro cuerpo social y jugar un papel trascendental en los procesos de Reconstrucción económica, política, social y cultural del Cauca y Colombia, siempre y cuando se mantenga fiel a la creación auténtica de nuestros pueblos, les ayude a ellos a liberarse de todo lo nocivo que los perjudica y cree unas más sólidas y diáfanas relaciones de comunicación, entendimiento mutuo y solución de sus múltiples contradicciones, conflictos y desacuerdos. 

 

EL CAUCA NECESITA EL FRESCO “DIVINO” DE LOS VIENTOS DE DEMOCRATIZACIÓN DEL PAIS, PERO MAS QUE ESO, NECESITA RECORRER NUEVOS CAMINOS DE RECONSTRUCCION CULTURAL, SOCIAL Y ECONOMICA.

 

Con toda la importancia y significación histórica que tuvieron las luchas campesinas, democráticas y del Movimiento Indígena liderado por Manuel Quintín Lame y José Gonzalo Sánchez en los años 20. 30 y 40 del siglo XX en Colombia y  el Cauca, el poder y la fuerza de los terratenientes caucanos siguió siendo muy superior, puesto que contaban con el apoyo, no solo de los demás integrantes de su clase, sino de la Iglesia Católica, de todos los sectores políticos más reaccionarios presentes en los Gobiernos nacionales, con lo cual podían seguir sosteniendo el dominio sobre amplias extensiones de tierra o haciendas de las que se habían apropiado dentro de los resguardos, de manera especial,  en los Municipios de Puracé, Totoró, Silvia, Caldono, y al amparo de la derrota de la propuesta de Reforma Agraria planteada por López Pumarejo y de la violencia desatada por la reacción terrateniente y la oligarquía en los años 40 y 50, igualmente continuaron apoderándose de tierras de los resguardos en los Municipios de Jambaló,Toribío, Santander de Quilichao y Caloto.

Mientras tanto, muchas comunidades campesinas, indígenas y negras se fueron asentando a lado y lado y a lo largo de los afluentes del rio Cauca, desde muy cerca de sus nacimientos hasta su entrada al Valle del Cauca, que aún en esa época, era utilizado para la navegación. En particular, en toda la zona del Norte del Cauca y Noroccidental, el desarrollo económico estaba sustentado en una producción agrícola muy variada con cultivos de caña panelera, plátano, maíz, fríjol, café, frutales y el fique, producción ésta que abastecía los mercados locales, a Cali y otras poblaciones. De manera muy significativa existió la producción de cacao en los Municipios de Puerto Tejada y Padilla, destacándose por su calidad y volumen a nivel nacional y mundial. A esta importante y variada producción agrícola, hay que agregar el papel jugado por la vía férrea entre Popayán y Cali que se sostuvo hasta los años 50 y, por último, en los años 60, solo llegó hasta Suarez, medio de transporte que facilitaba el movimiento de pasajeros y de productos agropecuarios entre estas dos capitales y un amplio conjunto de cabeceras municipales, corregimientos y verdes, a lo largo de la red vial.

A esta diversidad productiva correspondía una gran diversidad cultural, comenzado por su riqueza gastronómica en panes, dulces, la multiplicidad de formas y maneras de preparar platos, la pesca deportiva en ríos y madreviejas, el juego y campeonatos de esgrima, organización y presentación de bandas de música de viento, chirimías, conjuntos de cuerdas, fabricación de instrumentos musicales, carnavales de blancos y negros, fiestas de adoraciones y de reyes magos, como las más representativas. 

Esta importantísima modalidad de desarrollo agropecuario que, al menos temporalmente permitió la consolidación de una economía campesina fuerte y tuvo sus expresiones en amplias fuerzas democráticas en las luchas agrarias en los años 30 y 40, de manera abrupta y acelerada, va a cambiar en los años 60, con la arrolladora invasión en toda la zona plana del Norte del Cauca de los cultivos de caña de azúcar, la cual trajo como resultado, una gran concentración de la propiedad territorial en manos de agroindustriales descendientes de familias tradicionales mediante el despojo y desalojo de sus parcelas, principalmente a la población negra del sector, la instalación de nuevos ingenios azucareros y/o la ampliación de otros, y de otros cultivos como el arroz, sorgo, soja, etc., hechos que atrajeron mano de obra principalmente del Sur del Cauca, Norte de Nariño  y la costa pacífica; la producción intensiva  en las laderas y montañas vecinas, y el cultivo del fique para la obtención de fibra para la fabricación empaques, responsables en buena medida del deterioro de la fertilidad natural de los suelos y la pauperización de los productores del campo. A estos procesos violentos vino a sumarse la irrupción en todo el Suroccidente del país, la siembra, procesamiento y tráfico de cultivos de uso ilícito a fines delos años 60, y más adelante, de la instalación de muchos cristalizaderos de pasta del alcaloide en el Norte del Cauca y la minería ilegal, financiada con los dineros provenientes de esas actividades.

Todos estos fenómenos trajeron nuevos conflictos que vinieron a sumarse a los que habían sido heredados y que no habían sido resueltos. Vinieron nuevas formas de despojo, desalojo y desplazamiento de las comunidades campesinas, nuevas formas de violencia y, por consiguiente, la destrucción de los tejidos sociales, el empeoramiento de las fracturas sociales, la desarticulación y desintegración del Cauca y su progresiva integración hacia otras entidades territoriales, como lo veremos en adelante. 

Ya desde la década de los años 70 del siglo XX, aparecieron en el Diario EL ESPECTADOR, una serie de artículos en los cuales se daba cuenta del proceso de desintegración económica, política y social del Departamento del Cauca y del aislamiento de sus diferentes zonas geográficas; de su desarticulación como unidad político-administrativa y territorial del país, y al mismo tiempo, de su integración progresiva hacia otras regiones y entidades territoriales vecinas. Allí se exponía de manera muy certera, como el Norte del Cauca, con la invasión de los cultivos de caña de azúcar, se iba integrando económica y socialmente al Valle del Cauca; la Costa pacífica que formalmente ha hecho parte del Cauca, se iba integrando también al Valle del Cauca, vía Buenaventura; el Oriente (Inzá y Benalcázar) hacia el Huila; y el Sur hacia Nariño.

Con toda la importancia que revestía, ya desde esa época, ese campanazo de alerta, nadie le prestó atención. Ni la clase dirigente local, ni la academia y demás intelectuales, ni organizaciones de izquierda y revolucionarias que ya existían; y, por el contrario, algunas de ellas, lo que han hecho es ayudar a que esa deprimente realidad se siga ahondando.

Sin reclamar méritos ni reconocimientos, sí debo decir que, en 1.983, inmediatamente después del terremoto del 31 de marzo, cuando se estiló tanta palabrería sobre el movimiento telúrico geofísico, se acuño el aforismo del “terremoto social” que sería peor que el otro, y se cacareó tanto sobre “la reconstrucción de Popayán”, elaboré un artículo que fuera publicado por directivos del sindicato de docentes del Cauca, expresando de manera clara y enfática, que no era solo Popayán la que necesitaba ser reconstruida, si no todo el Cauca. Retomando el proceso de desintegración y desarticulación del Cauca ya expuesto antes, pero analizándolo desde dentro, forzoso era identificar cuáles y dónde estaban las causas económicas, políticas y sociales que habían conducido a esa situación, y quiénes eran los principales responsables de la misma. Valga la pena recordar que, especialmente un sector político de la clase dirigente caucana, hizo todo lo que estuvo a su alcance para encaletar, secuestrar y aprovechar en su exclusivo beneficio, los Actos Legislativos y las decisiones del Gobierno central para apoyar la reconstrucción del llamado Centro Histórico de Popayán. Maniobra que no pudieron consumar gracias a que un grupo de líderes sociales, entre ellos nuestro entrañable amigo, compañero y solidario Alonso Muñoz Sánchez, logramos destapárselas y extender los beneficios (Ley de Alivio y otros), a todos los damnificados por el terremoto.

En los años 90 del siglo pasado volví a editar y publicar el documento de la desintegración y desarticulación del Cauca, después de 10 años más o menos del lanzamiento de un gordo y enjundioso PLAN DE DESARROLLO DEL CAUCA, presentado al Gobierno Nacional por el Señor José Arquímedes de Angulo, a cargo en el momento, de la CORPORACIÓN PARA LA RECONSTRUCCIÓN Y EL DESARROLLO DEL DEPARTAMENTO DEL CAUCA (C. R. C.), en el cual, en carta de fecha 11 de marzo de 1.984 dirigida al Señor Presidente del República de Colombia, Dr. Belisario Betancourt C. dice:

“Señor Presidente:

La Corporación para la Reconstrucción y el Desarrollo del Cauca (C. R. C.) presenta a usted y por su digno conducto, a todos los estamentos políticos, técnicos y administrativos del Departamento y del país, la versión definitiva del Plan que le fue confiado por mandato expreso de la Ley 11 de octubre de 1.983. Es este el primer Plan que sobre el Cauca se elabora en toda la historia del Departamento. A pesar del corto plazo de 180 días para su formulación, creemos haberlo concebido y realizado para responder a una necesidad sentida del pueblo caucano que, de tiempo atrás, deseaba despejar sus horizontes a fin de alcanzar unas mejores condiciones de vida y seguir aportando su contribución al desarrollo económico del país, como antes lo hiciera al forjar gran parte de la historia política y democrática de la Nación”.

El desfile de datos, cifras estadísticas, buenas intenciones y propósitos fue largo, aunque como siempre, de muy escasos resultados porque en la clase dirigente caucana, no había en el momento, como no la hubo antes ni la ha habido después, voluntad política para emprender otros caminos que condujeran al crecimiento y desarrollo de las fuerzas productivas del Departamento, sino para medrar, vivir y languidecer lentamente al abrigo de la renta del suelo y de la burocracia estatal.  Y si bien fue cierto que, con la ayuda del Gobierno Nacional, de la solidaridad internacional y nacional y con la lucha y el esfuerzo de las comunidades de Popayán, se reconstruyó la ciudad, en particular, de la parte institucional, el progreso y desarrollo para Cauca siguieron desdeñosamente sonrientes desde lejos, sin la tan esperada disposición a ir en auxilio de los rezagados a la cola de la competencia. Con mayor razón, aquello de que el Plan había sido, en tiempo record, concebido y realizado “para responder a una necesidad sentida del pueblo caucano que, de tiempo atrás, deseaba despejar sus horizontes a fin de alcanzar unas mejores condiciones de vida y seguir aportando su contribución al desarrollo económico del país, como antes lo hiciera al forjar gran parte de la historia política y democrática de la Nación”, no podía quedar en el momento, y de acuerdo a la mirada retrospectiva actual, más que en un lánguido ditirambo a ese crecimiento y prosperidad capitalista burlona desde la distancia y a la nostalgia de lo que fuera “el Estado soberano del Cauca”, “el Gran Cauca”, ese “Cauca de los próceres” y de los “constructores de la Patria” en, y después de las Guerras de Independencia.

Ese “Gran Cauca” fue, y solo pudo ser, en cuanto heredó no solo física, sino económica e institucionalmente, el legado de las Encomiendas coloniales y que a partir de la Independencia cambió sí, pero no más que el nombre de Encomienda por el de Hacienda, ya con título de propiedad. Haciendas en las cuales sus poseedores, herederos de los encomenderos coloniales acreditados con falsos títulos de nobleza y con títulos de concesión dados por la Corona española, y después de la Independencia ya con títulos de propiedad, continuaron sometiendo a los indígenas a las mismas relaciones de servidumbre y al pago de terraje, con mayor razón en el Cauca, donde estas condiciones permanecieron inalterables hasta la década de los años 70 del siglo XX, y los negros continuaron siendo esclavos hasta más de la mitad del siglo XIX. ¿A qué “historia política y democrática de la Nación” … que “antes ayudara a forjar el pueblo caucano”, será que se refiere el Señor José A. de Angulo, cuando ellos tenían excluidos de toda decisión política a los blancos y mestizos pobres y con mayor razón a los indígenas y a los negros, quienes no tenían otra función que cumplir, sino trabajar para sobrevivir en condiciones misérrimas y pagar terraje unos, para trabajar sometidos a esclavitud los otros, y ser reclutados por igual en las mismas haciendas para llevarlos de carne de cañón a sus tantas guerras civiles?

Lo que sí es verdaderamente asombroso y admirable, es que esas comunidades indígenas sobrevivientes a la conquista y el coloniaje, lograran conservar muchos de sus fundamentos culturales en las condiciones a que fueron sometidas. Que esos fundamentos culturales sigan vivos y que puedan ser no solo conservados, sino, y esto es lo más importante, que puedan ser, en una buena medida, recuperados, reconstruidos y desarrollados. Que los afrocolombianos de hoy, hayan logrado imprimirle al patrimonio cultural colombiano y caucano, muchos de sus rasgos específicos, a pesar del desarraigo, del sometimiento y exclusión racial y cultural a que fueron sometidos.   

Posteriormente, el 6 de junio de 1.994, sobrevino el terremoto de Tierradentro que originó la avalancha del rio Páez con un saldo de 1.100 muertos y alrededor de 500 desaparecidos. Este evento que sacudió al Suroccidente del país, al Cauca y especialmente la zona del Oriente caucano (Municipios de Inzá y Benalcázar), removió estructuras geológicas, causó la avalancha del rio Páez que arrasó con muchas vidas humanas, animales domésticos, viviendas e infraestructura institucional y de comunicaciones, pero no pudo remover la superestructura politiquera del Departamento. De hecho, el mismo sector político tradicional mayoritario en el momento que tratara en l.983 de encaletar y secuestrar para el beneficio de los mismos la legislación y las decisiones del Gobierno central para apoyar la reconstrucción de Popayán, fue el que ahora, en 1.994, promoviera y tramitara la Ley de Páez, confeccionada, no para resolver la postración de la zona afectada y del Cauca, sino para premiar a empresarios vallecaucanos y extranjeros con un Zona Franca en la que pueden eludir el cumplimiento de la normatividad nacional laboral, exonerarlos de impuestos y conferirles toda clase de ventajas.

Igual que en Popayán en 1.983, fue reconstruida la infraestructura institucional, de vías, las viviendas destruidas y surgieron nuevos barrios, ahora en Tierradentro en 1.994, se hizo lo mismo; fue reconstruida la infraestructura institucional, la vivienda, las vías terrestres de comunicación, pero los beneficios gordos los han obtenido los empresarios que se instalaron en el Norte del Cauca, al amparo de la Ley de Páez.

El Cauca continúa como enfermo sin dolientes, moribundo y sin nadie quien le ayude a calmar sus dolores, pero sí asediado por visitantes avaros nacionales y extranjeros que lo aguijonean por todos los costados para ruñirse el patrimonio natural que aún le queda. Continúa cada día más descuartizado, desarticulado y desintegrado, como si la resignación se hubiese apoderado del alma de muchos de sus moradores; otros ya impacientes, esperan recoger algunos despojos, y los más aviesos, frotándose las manos y con maléficas sonrisas a flor de labios, solo esperan la partida de defunción, última barrera que les ha impedido repartirse los recursos que, de hecho, ya vienen usufructuando.

El Cauca hoy se disputa, en lúgubre competencia, el último lugar en la jerarquía creada de acuerdo al desarrollo de sus fuerzas productivas y su aporte al PIB nacional. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, para el año 2.020, con una población de 1.491.937 habitantes, solo aporta al PIB nacional, $18.245 millones, equivalentes al 1.8%. (Fuente: Datos tomados de Wikipedia, de acuerdo al DANE). Si tenemos en cuenta que el Norte del Cuaca, que es la zona donde hay mayor desarrollo industrial y agroindustrial, allí se genera algo más, algo menos del 1.2% de ese 1.8% total; el resto del Departamento solo genera algo más, algo menos del 0.6% de ese aporte al PIB nacional. Y, además, no es toda la zona norte la que genera ese aporte, sino unos Municipios de la misma, que son: Santander, Puerto Tejada, Villa Rica, Padilla, Guachené (nuevo), Caloto, Corinto y Miranda. Es decir que, mucho menos de un quinto (1/5) del territorio, aporta ese algo más, algo menos del 1.2% al PIB nacional.

Lo anterior son apenas pálidos reflejos de la deshonrosa y afrentosa situación que padece el Cauca, y sigue deteriorándose lenta pero progresivamente por los conflictos, heredados unos, agregados recientemente otros, por la proverbial desidia de su clase dirigente y por la decadencia y crisis crónica ya de la actividad intelectual y espiritual de sus gentes. Todo en el cauca ha sido saqueo de recursos, sobre todo naturales y de mano de obra. En la Colonia fue la metrópoli colonial la que saqueó el oro. En la república, los hacendados criollos acumularon riqueza para llevársela a otros lugares del país. La mano de obra no calificada y calificada constituida principalmente por trabajadoras domésticas, trabajadores no calificados y profesionales, ha sido y es confeccionada para que salga a producir riqueza en otras partes. La producción industrial y agroindustrial actual del Norte del Cauca, le genera riquezas, pero a sus propietarios extranjeros, nacionales y vallecaucanos. La producción de agua, una de sus más grandes y valiosas riquezas al día de hoy, es aprovechada por otros en otras regiones. La producción de narcóticos (base de coca y cannabis), llena los bolcillos de dólares, pero a los carteles mexicanos y a los narcos de otras regiones del país. A nosotros solo nos quedan los conflictos, la violencia, los muertos y la pobreza. Ya ni siquiera su población crece al ritmo que debía crecer.

Y para rematar, desde el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), ahora Consejo Nacional Indígena de Colombia, se ha promovido y se está promoviendo el enfrentamiento de indígenas contra los trabajadores de los Ingenios Azucareros del Norte del Cauca que es principalmente población afrocolombiana. Con el propósito de recuperar tierras en manos de esos Ingenios en la parte plana del Norte del Cauca, lo que han propiciado es el enfrentamiento contra los trabajadores, usados como escudos por los propietarios, sin reparar ni reflexionar sobre las implicaciones económicas, políticas y sociales que conllevan y generan tales acciones, además de reclamarle al nuevo Presidente que, en sus propósitos de Reforma Agraria, entregue tierras en ese sector, a comunidades indígenas nasa cercanas, creyendo que eso es cosa muy simple y sencilla, debido al  triunfalismo que se les ha subido a la cabeza con la elección de Gustavo Petro. Y ya lo verdaderamente preocupante, es que, en el Pacto Histórico, se esté acariciando por parte de la Vice-Presidenta Francia Márquez, la propuesta de crear un nuevo Departamento en la Costa Pacífica, uniendo lo que pertenece hoy a Nariño, Cauca y Valle del Cauca, porque el Chocó no creemos que desista de su categoría para unirse a otro. El solo presentar esa propuesta, sería darle un arsenal político a los politiqueros tradicionales y a la ultraderecha para atacar y enredar lo poco que pueda hacer este sector político en sus propuestas de contribuir a solucionar el cúmulo de conflictos existentes, y por lo demás, crearle más complicaciones al Gobierno que ha sido elegido.

Creemos que lo anterior, de continuar por ese camino, es ayudar a agregar y agudizar más conflictos destructivos, en vez de contribuir a resolver los muchos y graves que ya tenemos. Estamos lejos, bien lejos de oponernos a que todas las comunidades, no solo los indígenas, resuelvan los déficits de tierras que aún siguen cargando. El problema es cómo, dónde, y por qué procedimientos hacerlo. Por eso, planteamos que lo que el Cauca necesita con urgente urgencia (perdón por la redundancia), es un proceso de RECONSTRUCCIÓN CULTURAL, ECONÓMICA Y SOCIAL. Necesita ir más allá del simple reconocimiento de las tan manoseadas “multiculturalidad”, “pluriculturalidad” y “diversidad cultural”, avanzando con paso firme y sin pausa, en la construcción de una INTEGRACIÓN CULTURAL positiva, es decir, de una interculturalidad capaz de reflejar lo que cada cual aporta e identifique a todos, sin que eso implique despojarse de lo propio, de lo que cada uno es. Esta interculturalidad debe ser el aporte más importante en el momento para ayudar a resolver los conflictos étnicos, políticos y sociales existentes, para ayudar a crear un ambiente más apropiado a la unión de comunidades, no para separarlas y dividirlas y menos para enfrentarlas.

En esta dirección, en actividades recientes de algunas comunidades indígenas, negras y campesinas, ha surgido la propuesta de “la Creación de los Territorios de Vida, Interétnicos e Interculturales” que nos ha parecido muy importante y que puede ser, si la manejamos con el suficiente cuidado, un camino más apropiado para avanzar, en los terrenos económico, productivo y de organización social, en la propuesta que estamos planteando de la Interculturalidad, válidas no solo para el Cauca, sino para muchas otras regiones del país.              

Por eso, en el terreno propiamente cultural que es lo que más nos interesa en este caso, es de suma importancia recordar que, hasta los primeros años de la década de los 60 del siglo XX, en Popayán, y en cierta medida en el Suroccidente colombiano, se celebraba cada fin de año, las Festividades de Blancos y Negros. Es más, estas festividades tuvieron su origen en las tradiciones culturales de esta región del país, pero con el correr de los años, fueron degradándose por la incidencia negativa de diferentes causas y factores que no han sido hasta ahora, objeto de evaluación, análisis y ponderación debida para extraer las consecuentes conclusiones que ayuden a dar una explicación satisfactoria de lo sucedido. Posteriormente, tales eventos culturales fueron retomados en Nariño y especialmente en Pasto, donde han tenido un importante desarrollo, así sea solo por el lado turístico y de diversión.

La otra actividad cultural de cierta consideración que continúa desarrollándose en Popayán y se sostiene, es la Semana Mayor o Semana Santa; sin embargo, con los procesos de modernización del país, también ha ido perdiendo peso y significación para muchos sectores sociales del Cauca, Popayán y el país, hasta tal punto que fue necesario que le introdujeran la exposición de artesanías para reforzar el interés de turistas y creyentes, y aun así, continúa perdiendo el atractivo religioso que tenía. Por lo demás, ésta ha sido, es y continuará siendo una expresión de la imposición cultural dominante, y hoy, con los cambios operados en la legislación y las prácticas de la libertad de cultos religiosos, con el tránsito de muchos sectores sociales y políticos hacia otras sectas, tendencias ideológicas y grupos que reclaman libertad para ejercer sus cultos, esta imposición religiosa y cultural dominante irá perdiendo más y más fuerza en las comunidades creyentes.

Lo real es que, desde este punto de vista cultural y espiritual, las comunidades caucanas no cuentan con una propuesta diferente construida desde sus propias tradiciones, desde sus vínculos con sus entornos físico-naturales, desde las precarias condiciones de vida en que subsisten y que cada día se deterioran, en vez de mejorar; y, sobre todo, desde las insoslayables potencialidades que subyacen en nuestro Departamento del Cauca. Se ha creído que la multiculturalidad reconocida hoy jurídica y en gran medida socialmente en Colombia, es suficiente para superar las barreras y obstáculos que se interponen en los procesos de integración cultural positiva que ayude a crear y fortalecer una cultura común en donde todos aporten, unos más otros menos, pero que los identifique en un ambiente social más favorable. Esa multiculturalidad o existencia de diferentes culturas, allí está; ha existido, existe y seguirá existiendo, pero no ha sido, no es ni será suficiente para que surja, como si pudiera darse por generación espontánea, una creación cultural común que los identifique a todos, sin que ello implique despojarse cada uno de lo que le es propio.

Por el contrario, el no haber avanzado en ese proceso de integración cultural positiva o interculturalidad consciente y democrática,  debido al mal tratamiento político que se le ha dado y se le está dando por parte de sectores políticos a algunas de estas diferentes culturas, lo que está ocurriendo es que se está contribuyendo a acentuar los roces y fricciones entre esas diferentes culturas, a generar nuevos conflictos, a reactivar los choques económicos, políticos y culturales,  aislamiento entre unas culturas y otras y de unas zonas geográficas y otras, y a ahondar más las fracturas ya existentes, unas heredadas históricamente, otras por añadidura nuestra. Más allá de esto, se necesita con urgencia, y en el Cauca más que en ningún otra parte del país, unos procesos de construcción intercultural, de mutuos reconocimientos y aprendizajes interculturales que desarrollen y profundicen la construcción de esa cultura común en la cual puedan seguir diferenciándose sus actores y creadores, pero al mismo tiempo, compartan lo que cada uno es y aporten a ese patrimonio común.

Por todos estos motivos y razones, hemos llegado desde hace varios años, a la conclusión de que en el Cauca necesitamos de manera apremiante, una política de RECONSTRUCCION ECONÓMICA, POLÍTICA, SOCIAL E INTERCULTURAL que ayude a superar los graves conflictos existentes, que comience a cerrar las fracturas en vez de abrirlas y ahondarlas más, que emprenda estos procesos de reconstrucción desde las diferentes zonas del Departamento y desde las diferentes culturas existentes, en los cuales es indispensable el fortalecimiento de esas culturas sí, pero también y con mayor razón, el fortalecimiento de la integración cultural positiva o interculturalidad con el propósito de la construcción de ese patrimonio cultural común que nos identifique a todos, que juegue el papel de nexo profundo, de vínculo, de pegante, si se nos permite el término, en la perspectiva de una sociedad moderna, pero consciente y consecuentemente democrática, respetuosa de los derechos y las  culturas que han sido sometidas y excluidas tradicionalmente, pero también, que esas culturas que fueron sometidas y excluidas, luchen dentro de sí mismas contra las posiciones y actitudes de rechazo y prepotencia que se están expresando hoy, frente a todos los portadores de la cultura dominante, sin tener en cuenta realmente quienes fueron los causantes de ese sometimiento y exclusión, porque de otra manera, no tendría sentido hablar de integración cultural positiva o interculturalidad.

Hoy, cuando “hay ya silbos de llama en la barza” porque soplan nuevos vientos de democratización en nuestro país, urge y nos fustiga el apremio, sobre todo a quienes hemos recorrido los caminos no solo físicos, sino políticos y sociales del Cauca y del país, a que reflexionemos sobre el escenario económico, político, social y cultural que tenemos ahora; sobre las inmensas potencialidades que graciosas nos sonríen, pero también sobre los graves conflictos que nos están carcomiendo y los aún más graves riesgos que nos amenazan si se siguen agudizando; sobre la propuesta política de RECONSTRUCCIÓN ECONOMICA, POLÍTICA, SOCIAL E INTERCULTURAL del Cauca que necesita materializarse en guías y propuestas concretas e inmediatas de acción, y de la cual es parte esencial y prioritaria ahora, la INTEGRACIÓN CULTURAL POSITIVA O INTERCULTURALIDAD. A su vez, esta INTERCULTURALIDAD, igualmente deberá materializarse en una propuesta concreta con acciones, mecanismos organizativos y operativos, logísticos, actores iniciales y potenciales a exponer en otro documento adjunto.

 

Marino Ausecha Cerón

Popayán, Sept. 15/2.022

 

Nota. El presente documento es apenas un intento por presentar algunas de las características y situaciones que conforman la realidad caucana en la cual estamos planteando la propuesta cultural en la que estamos interesados en llevar adelante. No constituye, por tanto, una posición con la que necesariamente hay que estar de acuerdo para poder hacer parte del esfuerzo que creemos, tenemos que hacer todos. Se puede estar de acuerdo en todo o en parte con lo que allí se dice, o incluso no estar de acuerdo. Sin embargo, eso no es impedimento para participar en la realización de la propuesta. De lo que se trata es que sirva para desatrancar y reactivar la discusión, el debate y la construcción de propósitos y objetivos comunes que nos ayuden a todos a salir de la difícil situación por la que atravesamos en nuestro Depto.

 

PROPUESTA DE INTEGRACIÓN CULTURAL POSITIVA O INTERCULTURALIDAD PARA EL CAUCA.

 

De acuerdo a lo planteado en el documento anterior, hemos llegado a concluir que en el Cauca, más que en ninguna otra parte del país, necesitamos con urgente urgencia (valga la pena repetir la redundancia), construir una propuesta de INTEGRACIÓN CULTURAL POSITIVA O INTERCULTURALID, que nos ayude a superar los retrasos que penosamente arrastramos en lo económico, político y social; a superar los recurrentes conflictos crónicos unos, añadidos otros por quienes actuamos hoy; que contribuya a recomponer y curar las fracturas que cada día se ensanchan y ahondan más, en vez de curarse; que nos permita, ojalá de una vez por todas, salir de la desintegración, desarticulación y aislamiento de las diferentes zonas geográficas, sectores sociales, grupos étnicos y diferentes expresiones culturales; que nos aporte un nuevo escenario social, cultural e intelectual con nuevas posibilidades de un verdadero crecimiento y desarrollo; y sobre todo, que en ese proceso, podamos construir una cultura común con la que nos identifiquemos y que todos crezcan, de acuerdo a lo que cada uno es.

Ante la acumulación, agravamiento y recurrencia de los conflictos existentes y la ausencia de propósitos y propuestas comunes con capacidad y posibilidades de interesar a la gran mayoría de la población que espera soluciones y los bloqueos resultantes y sus secuelas de radicalización de los comportamientos políticos,  generadores de ambientes sociales y políticos de desconfianza entre dirigentes, grupos, sectores políticos y organizaciones a todos los niveles, creciente pérdida de credibilidad en los liderazgos sociales y políticos, el consecuente deterioro progresivo de la situación económica y social que esto ocasiona en las comunidades que pierden o dejan de aprovechar mejor las posibilidades que han existido y  existen y las potencialidades que tenemos, hemos llegado igualmente a la conclusión de que, en el momento en que nos encontramos, es principalmente a la cultura a quien le toca entrar a jugar un papel protagónico en la exploración de nuevos caminos para salir de la poco honrosa situación en que nos encontramos.

Creemos que hace muchos años, han existido y siguen existiendo fuerzas económicas y políticas que, por razones diferentes sí, pero con igual resultado, se han opuesto al crecimiento y desarrollo del Departamento del Cauca, llevándolo a donde está. Hemos dicho ya que no podemos esperar a que alguien venga en forma auxiliadora a sacarnos del purgatorio, mientras nosotros mismos no cambiemos el ambiente social y político al que nos hemos dejado reducir. Así es que no acariciemos la falsa expectativa de “un gran salto” en lo económico, en un crecimiento espectacular de los índices económicos, sin antes remover las trabas que nos impiden avanzar. Por eso decimos que es a la cultura a la que le corresponde jugar ese gran papel de unir al Cauca, ayudar a integrarlo, crear y desarrollar esa interculturalidad, esa cultura común que la podamos enarbolar orgullosamente todos, sin que eso implique borrar y desaparecer lo que cada cual es, en ese nuevo escenario. Tampoco creemos que, dadas las circunstancias ya anotadas, pueda surgir a corto y mediano plazos, como por encanto, un movimiento político con la fuerza y capacidad suficientes para recomponer todos los liderazgos y remover los obstáculos y barreras levantas que tanto se resisten a ceder el paso a quienes insistimos en modificar el escenario existente.     

Por ello, lo que estamos proponiendo es la realización de Encuentros Culturales a realizarse anualmente en Popayán, entre los meses de julio y agosto en los que se expongan creaciones culturales de artistas, gestores culturales e investigadores de la cultura de las 5 zonas geo-culturales que conforman el Departamento, en las especialidades de: música popular y folclórica, danza, teatro, poesía y declamación, saberes ancestrales, tradicionales y cosmogónicos; la creación de un escenario donde se encuentren los artistas, creadores, gestores e investigadores de la  cultural, compartan sus saberes y sus creaciones; aprendan los unos de los otros; que realicen un verdadero intercambio constructivo y productivo de la diversidad cultural existente; y en especial, que esta actividad, en la medida que adquiera consistencia y permanencia, pueda dar su aporte fundamental a la construcción de esa integración positiva social y cultural o interculturalidad, a esa cultura común que tano necesitamos.

Tales Encuentros adquirirán su verdadera contextura, si se realizan, no tanto, o no principalmente para “hablar de cultura, de culturas o de la diversidad cultural”, sino para exponer, socializar y compartir las culturas existentes, para conocerlas y extraer de ellas, todo aquello que sea común, o que, no siendo común, puede ser adoptado y compartido por los demás para construir, a partir de allí, esa cultura común que nos identifique a todos; y pueden constituirse en un gigantesco paso adelante si parten del respeto a los creadores, gestores e investigadores culturales, a las culturas y creaciones culturales existentes, si modestamente las apreciamos, las escuchamos, si sabemos encontrar e identificar sus aportes positivos y aprender de ellos. Más allá de las creaciones artísticas y exposiciones culturales, con toda la trascendencia que la sola realización de un Encuentro así tiene, nada fantasioso es aspirar, a que de allí surja, un gran Movimiento Cultural e Intelectual que ayude a superar unas condiciones ya de por sí insoportables, pero que con mayor razón, nos ayude a crear otro escenario económico, político, social e intercultural con un espíritu renovado y renovador Si esos Encuentros y sus resultados culturales nos ayudan a esa integración social e intercultural del Cauca que tanto necesitamos, habrá valido la pena promoverlos. Sus frutos serán la mejor recompensa a los esfuerzos que hagamos por su consolidación. Solo entonces el Cauca dejará de ser un cúmulo de intentos fallidos y de esfuerzos perdidos.

Lo que vendría a continuación, sería la formulación del Proyecto de Integración Cultural Positiva o Interculturalidad para el Cauca, con antecedentes, justificaciones, objetivos generales y particulares, propuesta de organización y responsables, criterios básicos de participación, presupuesto y financiación, plan operativo de convocatoria y realización.   





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