SOÑAR DORMIDOS PUEDE SER HASTA DIVERTIDO,
PERO NO PODEMOS SEGUIR EN LA DIVERSIÓN; HAY
QUE DESPERTAR Y PONER LOS PIES EN LA TIERRA.
La guerra en Ucrania en la que están comprometidos los dos bloques imperialistas
del momento, de un lado Rusia-China con su cola de aliados, y del otro Estados
Unidos de Norteamérica-Unión Europea-Japón, también con la suya, el primero
haciendo la guerra directamente en el terreno y el segundo apoyando a los neo-nazi-fascistas ucranianos con millones y millones de dólares de ayuda material y
financiera, no cesa ni hay solución a la vista para el caso en particular. La
confrontación en Oriente Medio que igualmente compromete a los dos bloques,
aunque con apaciguamientos temporales, tampoco se detiene. Si hay treguas
temporales, es debido a que los conflictos internos en algunos de los regímenes
políticos ultrarreaccionarios de la región, se agravan, provocando reacciones
populares que amenazan su permanencia en el poder, como en el caso de Irán, en
donde hemos presenciado la ejecución de algunos participantes en las recientes
protestas.
En África, las guerras promovidas por esa misma disputa no cesan y, en general,
los pueblos africanos han visto empeorar sus condiciones de vida, retrocediendo a
situaciones peores que las que vivieron en el siglo pasado, durante el Movimiento
de Liberación Nacional y conformación de los Estados Nacionales. Y América Latina
hoy, está sometida a una intensa disputa por ganar aliados y por el control de los
Gobiernos existentes, unos en manos de fuerzas políticas ultraderechistas, otros
que han pasado a manos de sectores políticos de “izquierda”, pero todos con un
denominador común: abrumados por una gran inestabilidad económica, política y
social, producto tanto de la herencia colonial, como de la incidencia del modelo
neoliberal que profundizó las desigualdades en todos los sentidos. Eso es lo que
estamos presenciando en todos los países suramericanos, en Centro América y el
Caribe y México.
Para facilitar la comprensión sobre la incidencia actual del bloque Rusia-China en
América Latina, realidad en la que hemos insistido desde hace varios años, es
necesario presentar una ligera visión panorámica del asunto en su conjunto, pero
también de cada uno de los dos actores centrales de la comedia (o tragedia,
diríamos mejor), Rusia y China, sin entrar a recabar en aspectos históricos y la
evolución de los lazos políticos, primero, y luego económicos de cada uno de ellos
con Latinoamérica, puesto que aquí no disponemos del espacio que se necesita
para ello; eso tendríamos que hacerlo con un análisis y sustentación que no
corresponde a un comentario periodístico como éste.
En cuanto a lo que corresponde a Rusia, los vínculos políticos de esta con
Latinoamérica, inicialmente con Suramérica, se regularizaron prácticamente en la
década de los años 20 del siglo XX, primero con Argentina, al constituirse los
primeros Partidos Comunistas en esta región, como resultado de la influencia y
expectativas generadas inmediatamente después de la Revolución de Octubre de
1.917 y la expansión de las actividades políticas de la Organización Internacional
de los Trabajadores (III Internacional).
Con respecto a Colombia, adquirieron
permanencia desde 1.930 con la creación del Partido Comunista colombiano
(Comuñangas, como irónicamente los bautizara Jorge Eliécer Gaitán). Enfaticemos
este aspecto en particular: esos vínculos no eran de negocios, inversión y
exportación de capitales, como ahora, sino políticos, de apoyo al fortalecimiento del
Partido Comunista, a las luchas obreras, campesinas, indígenas y populares.
Luego, estos vínculos se extendieron a toda Latinoamérica y el Caribe. Desde luego,
las relaciones sociales y políticas de la clase obrera norteamericana con el
Movimiento Obrero europeo, y en gran parte con la clase obrera rusa, ya existían
desde el siglo XIX. Esos nexos se mantuvieron hasta 1.953, momento en que la
nueva dirigencia del Partico Comunista de la Unión Soviética cambió toda la política
comunista revolucionaria que caracterizó al Partido bolchevique y al Estado
soviético, cambió el rumbo, y dicha nueva dirigencia inició la restauración del
capitalismo destruyendo todo lo que había sido construido del Sistema Socialista.
Conservó el nombre de Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS); de la
Unión Soviética (U S) o unión de todos los pueblos que hicieron parte de ella; del
Estado Soviético y toda la simbología creada por los comunistas y los pueblos en el
proceso revolucionario, pero ya no eran ni comunistas, ni revolucionarios ni
soviéticos ni nada de eso. Simplemente usaban el nombre de Unión Soviética, pero
en los hechos se habían convertido en otra superpotencia, cuya aspiración era
desplazar a Estados Unidos de todos lados.
De allí en adelante se inició lo que los políticos de Occidente, periodistas y
comentaristas denominaron la época de “la Guerra Fría”, que por cierto, no fue tan
“fría” como se cree, consistente en el enfrentamiento de Rusia con la otra
superpotencia, los Estados Unidos de Norteamérica por ganar nuevas influencias
la una, y conservar su dominación mundial que habían alcanzado los Estados
Unidos, después de la Segunda Guerra Mundial. China, donde ya se había
desarrollado un proceso revolucionario accediendo al poder político la burguesía
nacional con los campesinos, obreros y otros sectores populares, no tenía en esa
época, ni la fuerza ni la capacidad, económica, política y militar para entrar en ese
forcejeo, como lo está haciendo hoy, por la hegemonía mundial con las otras dos
superpotencias, Rusia-Estados Unidos, como se les denominó en ese momento.
En su contenido, las instituciones soviéticas acordes con el Sistema Socialista, que
por pura y simple conveniencia había decidido mantener esa nueva dirigencia en
Rusia, no podían servir de manera indefinida a esa economía capitalista que
realmente iba en rápido ascenso y si, ni siquiera en la forma, podían acoplarse a
una economía capitalista normal, menos podían mantenerse en un sistema y Estado
imperialista como lo era Rusia ya, a partir de la década de los años 60 del siglo XX.
Esta es una de las razones fundamentales por las cuales, esa “Unión Soviética”,
ese “Estado soviético”, que de Soviéticos no tenían absolutamente nada,
colapsaron, se derrumbaron, porque el capitalismo en su modalidad neoliberal
globalizante, que ya se había impuesto desde la década de los años 70 del siglo XX
en Europa Occidental y Norteamérica, empujaba por todo el mundo exigiendo
apertura de fronteras, de mercados, del comercio, con todos los cambios que
propició en las economías y legislaciones internas de la gran mayoría de países a
nivel mundial. En 1.990 se desfondó ese caparazón que ya no le servía al sistema
capitalista que había sido reinstaurado en Rusia, con el nombre de soviético. Con
toda la razón, Partidos, grupos y sectores políticos críticos de lo que sucedía en
Rusia, lo denominaron Socialimperiasmo soviético, que, si bien no se arruinó
totalmente, si tuvo un descenso grande de su presencia en el escenario mundial.
Allí no termina, como se cree, la “Guerra Fría”; se apacigua por toda la década de
los años 90 del siglo XX, pero con la particularidad que la superpotencia
norteamericana, pasó a convertirse prácticamente en el árbitro único del mundo y a
ejercer “la hegemonía unipolar”, como se acostumbra a decir ahora.
Mientras tanto,
durante la primera década del siglo XXI (2.000-2.010), el repliegue forzado ruso, le
sirve para reconstruir su resquebrajada economía, rehacer las instituciones
burguesas, de acuerdo a como realmente era: una economía capitalista con
aspiraciones y propósitos claros de volver a la escena internacional con una coraza
mucho más sólida (o un pelambre más elegante de Oso siberiano, diríamos
nosotros). Pero volver a pisar la escena internacional y abrirse paso, ya no lo podía
hacer, como lo intentó en las décadas de los años 60, 70 y 80 del siglo XX. Ahora
ya ponía los pies en ella otro competidor que se habría camino con muchos bríos:
China, que había hecho, si no exactamente lo mismo, si algo igual: arrojar al cesto
de la basura lo poco que había hecho por la construcción del Sistema Socialista e
iniciar su Programa de Modernización (retroceso) al sistema capitalista desde 1.979.
En la siguiente década (2.010-2.020), Rusia y China continúan su expansión hacia
los mercados internacionales, puesto que la economía rusa iba en recuperación y
la de China en ascenso y, como potencias con aspiraciones y propósitos de
dominación mundial, tenían que abrirse paso en un mundo que se encontraba bajo
la “hegemonía unipolar” de Estados Unidos y sus principales aliados, Unión Europea
y Japón.
¿Qué hacer ante esa realidad? ¿Seguir lidiando con enormes esfuerzos
para abrirse paso cada uno por su lado, a sabiendas de las desventajas que los
separaban de la otra superpotencia, Estados Unidos y sus aliados? He aquí el factor
fundamental económico y político que une a Rusia y China y los obliga a actuar
juntos e ir conformando el bloque que ya hoy, es una realidad en consolidación
ascendente. Para poder disputarle el dominio a Estados Unidos en todos los
continentes con posibilidades de éxito, les era necesario actuar de manera
coordinada, hacer acuerdos conjuntos, en lo posible, unificar políticas generales, sin
sacrificar intereses y objetivos propios de cada uno. Por su puesto que el bloque no
surgió ni se ha consolidado de manera espontánea, de un momento a otro; ha sido,
por el contrario, el fruto de un proceso largo de enfrentamiento con “la hegemonía
unipolar” de la otra superpotencia; proceso en el que poco a poco, le han ido
ganando influencias, espacios y aliados en sectores políticos de poder,
gubernamentales, institucionales, de inversión y de incidencia fuerte en las
actividades económicas de muchos países en todo el mundo.
Bloque que no ha estado, no está ni estará exento de choques, a veces fuertes, con
peligro de rompimiento pues, al fin y al cabo, ambas son potencias imperialistas con
sus intereses y apetitos propios, que compiten entre sí por ganar supremacía el uno
o el otro, pero también con objetivos comunes. Tampoco se puede asegurar que
ese bloque haya de permanecer inalterable indefinidamente. Puede romperse en
algún momento, como también puede romperse el otro bloque, y de hecho, esto ya
se está operando, desde que comenzaron a reventarse los hilos más débiles en los
países menos desarrollados, dependientes o neocoloniales en Europa, Asia, África,
América Latina y Oceanía, y que amenaza con ir ascendiendo hasta la cúpula de
los pocos países más desarrollados (G 7), pues al G 20 ya llegó y produjo la
separación de Brasil, India y otros países de ese grupo que giraban bajo la órbita
de Estados Unidos y sus aliados. En la gran inestabilidad de la economía mundial,
en el ambiente de máxima pérdida de credibilidad en la política y en los Estados
burgueses que estamos presenciando a toda hora, todo es posible; no hay nada fijo
e inmutable. En la última década del siglo XX y la primera del XXI, muy pocas
personas se atrevían a poner en duda el dominio total (“hegemonía unipolar”) de
Estados Unidos y sus aliados en el mundo. Hoy, no hay la menor duda de que ese
dominio total está resquebrajado, y que Estados Unidos y su cola, perdieron ese
poder de ordenarle a todo el mundo lo que debía o no debía hacer.
Por su parte China hizo presencia y fortaleció sus lazos políticos con Latinoamérica
a partir de la década de los años 60 del siglo XX, en cierta medida, aprovechando
el impacto de la revolución cubana en sectores políticos democráticos, juveniles y
revolucionarios. Igual que en el caso de la Unión Soviética en los años 30 del siglo
XX, aquí también se trataba de vínculos políticos, pero en este caso, con una
diferencia específica que no se puede pasar por alto. Si bien la dirigencia china del
momento hacía parte del Movimiento Comunista Internacional, estos vínculos no los
estableció esa dirigencia con los Partidos Comunistas oficiales existentes ya en toda
América Latina, es decir, los que habían sido reconocidos desde tiempo atrás por la
Unión Soviética y por la Organización Internacional de los Trabajadores, sino por
fuera de ellos. Ello se debió a que el cambio de la política por parte de la dirigencia
en la Unión Soviética en 1.953, originó inmediatamente enfrentamientos ideológicos
y políticos entre los Partidos Comunistas respectivos y luego, la ruptura total. En
adelante, la dirigencia china promovió y apoyó la creación de otros Partidos y grupos
comunistas que estuvieran de acuerdo con sus orientaciones ideológicas y políticas,
hasta que en 1.977-1.979, decidió establecer alianzas con los Gobiernos de Estados
Unidos y de otros países latinoamericanos, como en el caso específico de Chile, en
cabeza de Augusto Pinochet, tendencia que continuó y se ha ido ampliando y
fortaleciendo en el trascurrir de las décadas siguientes, pero ahora ya no como
relaciones políticas, sino comerciales, de inversión de capitales y competencia con
los Estados Unidos, y en cierta forma, también con Rusia.
Actualmente, las relaciones comerciales y de inversión de capitales de China con
Latinoamérica, son muchísimo más cuantiosas que las de Rusia para esta parte del
mundo. Sin embargo, es conveniente señalar que, las relaciones chinas con la
región, son más de carácter comercial y de inversión de capitales, mientras que las
de Rusia, están más dirigidas a la venta de armamento militar convencional,
equipamiento de ejércitos, logística militar y asesoría, proyectos de generación de
energía atómica y minero-energéticos, aunque este renglón, ha ido en disminución.
¿¡Sobre qué presupuestos estratégicos, coincidencias y aspiraciones mutuas ha
sido reorientado el avance de las relaciones comerciales, de inversión de capitales,
de apoyo político y de consolidación de la presencia del bloque imperialista Rusia-China, a partir de la segunda década del siglo XXI en esta disputa global!?
1 Los propósitos de sometimiento y dominación de Europa Occidental a Rusia y
todos los demás pueblos y nacionalidades pequeños europeos y asiáticos vecinos
mediante invasiones, amenazas y presiones de todo orden, han permanecido
activos y/o latentes durante siglos. Con mayor razón, después de la Revolución
Socialista de Octubre de 1.917 en Rusia y la posterior conformación de la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), la agresión tomó características brutales
con la invasión alemana nazi-fascista en 1.941. Terminada la guerra, el liderato de
la amenaza lo asumieron los Estados Unidos como principal potencia que salió
favorecida de la confrontación, hasta 1,953. Sin importar para nada que la dirigencia
rusa hubiera cambiado la política revolucionaria y comenzara a restaurar el
capitalismo, la amenaza continúo como “la Guerra Fría”, o enfrentamiento de las
dos superpotencias, Estados Unidos y Rusia que seguía usando el nombre de
“Unión Soviética”. Este hecho, expone con entera claridad, que a la otra gran
potencia no le molestaba solo el hecho de que allá se estuviera construyendo el
Sistema Socialista, sino también la existencia de cualquier competidor, y menos, si
se consolidaban uniones fuertes que pudieran amenazarle su dominio mundial. Así
es la naturaleza, el carácter de la economía y políticas imperialistas, cualesquiera
que sean; sus aspiraciones de dominio no tienen reversa ni límites; procura dominar
y someter todo bajo su mando o bajo su bota militar, si es necesario. Esa y otras
uniones, había que acabarlas, drama que tuvo uno de sus momentos álgidos, como
hemos visto, en 1.990. Con todo ello, el depredador por apetito, quería recoger
todos los escombros y establecer sobre ellos, su globalización. Así lo hemos
presenciado en el conflicto actual en Ucrania y todo el cerco militar que la OTAN ha
tendido en las fronteras con Rusia.
2 A su vez Rusia y China, ya desde la primera década del siglo XXI, respondieron
consolidando su influencia geoestratégica comercial, de inversión de capitales,
fortalecimiento de fuerzas políticas y militares, influyendo y/o ganando gobiernos a
su favor en Asia, Oriente Medio, África, América Latina, Oceanía y, en buena
medida, en Europa, es decir, ganando posiciones en la retaguardia de Estados
Unidos y sus aliados. A la sazón, en América Latina encontraron los suculentos
platos, con postre incluido, prácticamente servidos en la mesa. A las condiciones de
explotación y dominación política y pobreza a que las oligarquías latinoamericanas
han sometido a nuestros pueblos y que el modelo neoliberal impuesto desde la
década de los años 70 del siglo XX contribuyó a ahondar y agravar, causantes de
la gran inestabilidad política e institucional que vivimos, produjeron el ascenso de
sectores de las burguesías reformistas que no alcanzan a ser siquiera burguesías
nacionalistas capaces de, no solo hacer reformas al modelo, sino también cambios
más radicales económicos y políticos, y a su vez esto, aunado a la ausencia de
fuerzas políticas revolucionarias, la única salida que encuentran esas burguesías
reformistas es arrimarse al paraguas de una u otra potencia imperialista que les
prometa posibilidades de negocios y apoyo político. Y allí han estado prestos los
nuevos amos del mundo que necesitan expandir su poder. Poco a poco fueron
unificando un Programa Político común que hoy es la guía que unifica sus acciones,
sin desconocer los propósitos e intereses que cada cual tiene como potencias
imperialistas en ascenso, es decir, persiste la competencia entre ambos, pero sin
lesionar su programa común. Tal Programa está basado en:
I; Puesto que el enfrentamiento Rusia-Estados unidos como superpotencias entre
1.960-1990, con su pausa en esta década, para luego reactivarse en la primera
década del siglo XXI, se llevó a cabo entre esos dos gigantes, y luego con los dos
nuevos actores, Rusia y China contra “la hegemonía unipolar” de Estados Unidos
en el mundo, Rusia como potencia imperialista en recuperación, plantea como
objetivo general central de su nueva presencia en el mundo, la lucha por romper
esa “hegemonía unipolar” de Estados Unidos y establecer “un nuevo orden mundial”
con la presencia de 2, 3 o más potencias en disputa, o “multipolar”. Obvio; de una
potencia imperialista en recuperación, no podemos esperar que tenga como
programa político, acabar con el dominio imperialista si no, cómo repartirlo con las
otras potencias existentes. Este es uno de los objetivos claves que une al bloque
Rusia-China, sobre todo, a partir de la segunda década del siglo XXI. Según
Jacaranda Guillén AIDA, analista del Senado de México, “el paso de una política
defensiva de Rusia en el plano internacional a una política ofensiva, se inició con el
discurso de Putin en la conferencia de seguridad en Múnich (Alemania), en 2.007.
Allí cuestionó y atacó la intervención unipolar de Estados Unidos y Europa
Occidental en todo el mundo y lanzó su estrategia política de la multipolaridad, y
que, a partir de ese momento, América Latina pasa a ser uno de sus objetivos
centrales de expansión de Rusia” (BBC NRWS MUNDO. Julio 2/2.020). Otro
analista, Milosevich MIRA, Investigador del Real Instituto El Cano. Madrid, dice que
Rusia y China “son socios estratégicos que tienen muchas cosas en común y la
principal es que ambos quieren compartir con Estados Unidos y que quieren un
mundo libre de lo que ellos llaman la hegemonía de Estados Unidos. Quieren un
mundo multipolar” (Ídem).
II; Davydov VLADIMIR M. (NUSO. Marzo-abril de 2.010) estima que para 2.010, el
comercio chino con América Latina ya había sobrepasado los 100 mil millones de
dólares. Y para Villar SANTIAGO, (diciembre de 2.014) … “las relaciones rusas
en su política exterior, se han establecido de acuerdo a los siguientes
principios: a) libre ejercicio de la soberanía y autodeterminación de los
pueblos; b) no injerencia ni intervención en los asuntos internos; c) respeto a
la soberanía nacional; d) necesidad de recuperación y fortalecimiento del
papel de las Naciones Unidas en la solución de los conflictos internacionales”.
También estima que la venta de armamento ruso a países latinoamericanos se
incrementó en un 900%, entre 2.004 y 2.008, respecto de 1.999-2.003. Y Zapata
SANDRA expresa: “La puja de los actores globales por ganar peso e influencia
ha marcado el devenir reciente de América Latina, con China como
protagonista absoluta. Con Rusia en guerra, los países latinoamericanos
comienzan a plantearse de manera pragmática sus vínculos, en busca de
mercados para sus exportaciones”. (abril 19/2.022).
En vista de todo lo anterior, concluimos:
1; Esta feroz competencia entre los dos gigantes bloques imperialistas que se
diputan el dominio del mundo en la actualidad es un hecho incontrovertible, que solo
ciegos, sordos, mudos, sin olfato e insensibles, lo niegan u otros pretenden
ignorarlo.
2; Es de suma importancia anotar que, para América Latina, este macabro juego,
por ahora, se está llevando a cabo en los terrenos económico, político y social;
aún no ha llegado al enfrentamiento militar como en otras regiones del mundo; sin
embargo, ningún genio, por muy genial que sea, puede predecir hasta cuándo
durará ese desarrollo relativamente pacífico de todos estos acontecimientos. Pero
no nos debe caber la menor duda que la agudización de esa disputa traerá las
guerras a América Latina.
3; En este espacio no podemos detenernos en el análisis de cada uno de esos
slogans que está utilizando el bloque Rusia-China y sus aliados como quisiéramos,
de su “multipolaridad”, “libre ejercicio de la soberanía y autodeterminación”, “no
injerencia en los asuntos internos”, “respeto a la soberanía nacional”, “recuperación
del papel de la ONU” y la “defensa” de los Derechos Humanos, como bandera para
disfrazar, justificar y engañar a los pueblos en todo el mundo y en particular, a los
latinoamericanos. Por el momento solo podemos expresar que esa demagogia
queda al descubierto cuando observamos con qué clase de fuerzas políticas se
aliaron antes y han establecido ahora sus plataformas de negocios. A los señores
NIkita Krushov, Briesnev y Kosiguin ayer, a sus fuerzas políticas de las que
dependían y sus aparatos estatales, no les importó aliarse con cuanto granuja
hubiera, con tal de oponerse a las fuerzas revolucionarias que no estaban de
acuerdo con la destrucción del Sistema Socialista en Rusia, y después en China
sucedió lo mismo, y tampoco titubearon para aliarse con Richard Nixon de Estados
Unidos, Pinochet y el Shah Mohammd Reza Pavhlevi de Irán. Como no les importa
en lo más mínimo la cordialidad y el buen gusto actuales de Vladimir Putin y Xi Yin
Pin compartidos con Bolsonaro o Lula en Brasil, con la figura angelical de la nueva
“izquierda” en Chile o los Kishner de Argentina, con Evo Morales o con la criminal y
ultraderechista dirigencia peruana, con los dirigentes cubanos o con el nuevo
Somoza de Nicaragua. Con tal que haya oportunidad de negocios y, si no de apoyo,
por lo menos de neutralidad política en los Foros internacionales, todo está
maravillosamente bien. A veces la cara de ingenuos bien administrada frente a los
adversarios, sirve, pero la de bobalicones, no. Frente al instinto y el espíritu
burgueses propios de las potencias imperialistas viejas o nuevas en felices nupcias
con los reformistas latinoamericanos, esa limitación se vuelve más perjudicial que
lo que hacen esos mismos monstruos, a los cuales, por desgracia, muchos les
siguen dando crédito como si se tratara de revolucionarios.
4; Ante la amenaza que representa esa disputa imperialista global por la
explotación, dominio y sometimiento de nuestros pueblos, no nos queda otra
alternativa que disponernos, especialmente los revolucionarios, a recuperar y
fortalecer nuestra preparación teórica, política y organizativa con una política
independiente, construida por nosotros mismos en la lucha, evaluando con toda la
profundidad posible la cadena de desastres y errores que hemos cometido antes, y los que seguimos cometiendo ahora.
5; A esta disputa de gigantes no podemos escapar, pero tampoco podemos
someternos pasiva, dócil y/o cobardemente. Las reservas que existen en nuestros
pueblos para hacer la revolución, son inmensas e inagotables. Si no las vemos, o
no las queremos ver, o no confiamos en ellas por la catarata que nos han metido en
los ojos, es otra cosa.
EL FARO SOCIAL.
Popayán, febrero 10/2.023