CAMBIOS REALES EN COLOMBIA SOLO SE
LOGRARÁN CON LA CONSTRUCCIÓN DE PROCESOS POLITICOS DEMOCRATICOS REVOLUCIONARIOS
CON PRACTICAS DIFERENTES A LAS DE LA POLITIQUERIA TRADIIONAL.
De
ninguna manera se nos ha escapado ni se nos puede escapar que, llevar a cabo
las reformas democráticas propuestas por Colombia Humana y con mayor razón, por
el Pacto Histórico, es una empresa bien complicada y difícil, de manera
especial, en nuestro país. Así lo expresamos en el FARO SOCIAL cuando
expusimos nuestra posición crítica antes de iniciarse la campaña electoral que
llevaría a Gustavo Petro a la presidencia de la República, sus posibilidades,
limitaciones y alcances de su Gobierno. Allí manifestamos nuestras
preocupaciones y apreciaciones críticas con respecto a algunas de las reformas
planteadas, especialmente la Agraria y la Tributaria.
Los
acontecimientos que hemos presenciado en estos últimos días en los trámites
económicos y legales de estas dos reformas, demuestran mejor que miles de
discursos, toda la capacidad marrullera, no solo de lo que hemos denominado la
extrema derecha, o lo que es lo mismo: la alianza de los sectores burgueses del
capital financiero (bancos), grandes industriales y comerciantes con los
agroindustriales y terratenientes íntimamente ligados al narcotráfico, el
paramilitarismo y el capital
imperialista (que incluye el capital imperialista norteamericano, de la Unión Europea, Rusia y China), sino
también de sectores que hacen parte del Pacto Histórico, en primera instancia,
los “del centro” o “centristas” que, cuando se trata de la lucha contra el
régimen político que queremos y necesitamos cambiar, son neutrales, es decir,
no hacen nada, pero cuando se trata de realizar las reformas como debe ser,
también les sobran marrullas y con la rapidez del relámpago, se ponen de
acuerdo con la ultraderecha, y las
diferentes expresiones de la llamada “izquierda” que tampoco aportan mayor
cosa, hasta liberales y conservadores que a última hora se “unieron” para poder
actuar mejor desde dentro.
Con
el insidioso apoyo y concurso mediático de los amarillistas, no hay sacudida de
trapos o de polvo en Palacio o expresión del Presidente u otros colaboradores
que no sean convertidos en comidilla de mal olor y sabor, pero apta para saciar
esos voraces apetitos primarios de “destrozar” la presa y engullirla antes de
masticarla. Así han procedido y por eso, la propuesta de reforma tributaria, la
fueron trasquilando hasta que solo quedó una hilacha; del mismo modo, la
propuesta inicial de entrega de 3 millones de hectáreas de tierras a las víctimas
que propuso el Presidente, ya van en millón y medio, y pueden lograr reducirlas
a mucho menos. Lo mismo está sucediendo con la propuesta de transición
energética y así sucederá con la reforma del sistema de salud.
¿Cuáles
son las razones para que lo anunciado por el Gobierno Petro baya quedando en
ese hilachero de reformas? ¿Las dificultades por la férrea oposición de la
extrema derecha, que a pesar de encontrarse desarticulada y en una situación
política de crisis sin posibilidades de recuperación, continúa con mucho margen
de maniobra? ¿La imprevista actitud que adoptarían, por parte del Gobierno, los
“centristas” y sus congéneres liberales y conservadores del Pacto Histórico y
de no pocos amigotes de esa la llamada “nueva izquierda” que, como hemos dicho,
en términos de discursos defienden “a muerte al Gobierno Petro y sus reformas”
pero en términos prácticos y reales, en no pocas situaciones concretas, su “izquierdismo”
queda a la derecha del Centro Democrático?
Todo
esto ha incidido y seguirá incidiendo. No hay que dudarlo. Pero la razón
fundamental, principal, y esencial que más está pesando en lo que se denominó
el Pacto Histórico, es que este conglomerado político accidental, coyuntural,
hecho para resolver contingencias, no para resolver los problemas de fondo que
necesita el país, aun tratándose de soluciones simplemente democráticas, sin ir
más allá, no es ni puede ser más que eso: una montonera de retazos provenientes
de la politiquería tradicional en su gran mayoría, de la politiquería de las
ONG(s) otros, y no pocos de la politiquería de la “nueva izquierda” que, en
términos de lucha, es peor que la “vieja”. Allí lo que más pesa no es lo nuevo,
sino lo viejo, lo tradicional y su estilo, las viejas mañas del sistema
clientelista de la politiquería tradicional. Todos los que componen ese
retacero son el peor peso muerto que tiene que cargar Petro en “su pasión por
subir al Monte de los Olivos”.
Y
este problema no se resuelve con floridos y hasta elocuentes discursos hechos
en casa o fuera de ella. Mucho menos lo puede resolver ese retacero de los
“centristas” o “moderados”, los descendientes de las viejas clientelas de las
ONG(s), de la “nueva izquierda” y de liberales y conservadores, en contubernio
con los restos de esas agrupaciones políticas que aterrizaron cunado ya no
tenían más opción. Esto solo lo puede
resolver la construcción de procesos económicos, políticos y sociales
revolucionarios fuertes, sólidos y profundamente enraizados en las masas
trabajadoras de obreros urbanos y rurales, campesinos, indígenas y todos los
sectores medios de la ciudad y del campo; con procesos de reconstrucción y
unificación organizativa y política, de reconstrucción cultural y social,
reconstrucción de programas políticos parciales y generales, y en fin, de
construcción de un poderoso Movimiento Político Revolucionario capaz de llevar
adelante, no solo reformas que sin lugar a dudas son necesarias, sino principalmente
transformaciones en el ejercicio del poder político, en las instituciones
estatales y sociales y en la distribución de las riquezas generadas por el
trabajo.
Sin
embargo, estos procesos no son realizables de la noche a la mañana. Necesitan
tiempo y un esfuerzo inmenso de reconstrucción económica, política, social y
cultural; mientras tanto, no podemos quedarnos en la lamentación lanzando
maldiciones contra quienes están bloqueando y aniquilando las reformas
planteadas, con todo lo limitadas que puedan ser. Creemos que es el momento de
pasar a la acción, de convocar a la movilización general del pueblo en apoyo y
exigencia de que las reformas que ya han sido trasquiladas y debilitadas aún
más, se retomen y se lleven adelante.
Desde
luego, entendemos que en el régimen vigente, que sigue siendo el viejo régimen
político, no lo puede hacer el Presidente ni el Gobierno. Pero para eso están
las organizaciones políticas y sociales. Son éstas las que deben tomar la
iniciativa y asumir el compromiso de profundizar el proceso de democratización
del país y avanzar por él. Pero para
esto, antes que cualquier otra cosa, hay que romper la inercia que nos imponen
el estilo, los métodos, hábitos, costumbres y marrullas de la politiquería
tradicional. Tenemos primero, que desbloquear nuestro pensamiento y nuestras
actitudes políticas, todas las fuerzas que estamos interesadas y necesitamos
que las reformas democráticas prosperen y ojalá avancen mucho más. Una cosa son
las reformas democráticas que logremos realizar y profundizar con el empuje de
las fuerzas políticas populares desde abajo, y otra cosa es que nos quedemos
como el pajarillo pichón chillando y abriendo el pico para que los papás nos lo
llenen, que nos quedemos esperando que los beneficios de las reformas nos
lleguen desde arriba
No
es para apoyar a Petro que hay que movilizarse y menos al Gobierno con las
debilidades que está mostrando. Hay que pasar a la movilización general del
pueblo para no permitir más recortes, mutilaciones y bloqueos a las reformas y
luchemos por: el avance en los procesos de desmovilización de los grupos
armados con negociación política en los casos que amerite hacerlo; el cambio de
la política antidrogas actual y la solución al narcotráfico para poder alcanzar
la paz; la defensa de los páramos y de la Amazonía que no es asunto solo de los
países que tienen parte de la cuenca amazónica ni solo de los países
latinoamericanos, sino un asunto de supervivencia de la especie humana y de la
vida en el planeta; la construcción de los rieles de la transición energética;
verdadera política estatal de fomento y ampliación de las micro, pequeñas y
medianas empresas nacionales industriales, comerciales y de servicios para
resolver en parte los problemas de desempleo y subempleo, y una reforma laboral que por lo menos alivie un
poco las tragedias de la “informalidad” y contribuya en la reconstrucción del
movimiento sindical de los trabajadores.
Son
contadas con los dedos de una sola mano las voces que hemos escuchado en el
Pacto Histórico, proponer la movilización política y social para respaldar las
reformas que se está tratando de realizar, y aun así, algunas de ellas,
provenientes de “buenos” liberales, “tiraron la piedra y escondieron la mano”. Los revolucionarios, los demócratas y las
masas populares no podemos esperar que un Estado profundamente corroído por la
corrupción y cooptado por las mafias de todo orden, haga lo que solo puede
hacer el pueblo organizado y en un proceso ascendente de desarrollo de su
conciencia política. Esto no ha cambiado ni va cambiar porque Petro y el Pacto
Histórico hayan llegado a ocupar los altos cargos en el Gobierno. Lejos de eso,
esos poderes, la gran mayoría armados, siguen intactos y están creando
situaciones preocupantes de zozobra porque saben perfectamente las debilidades
que tienen al frente.
Y
como nuestra cantaleta no es solo para criticar y menos para descalificar
simplemente, sino también para apoyar y celebrar los avances, así sean muy
pocos y precarios, consideramos de gran importancia el reinicio y continuación
de las negociaciones políticas con el ELN para completar el proceso de
negociación política del conflicto armado y ojalá se pueda llegar al desarme de
todos los grupos armados existentes en el momento; bien por haberse atrevido a
plantear un cambio sustancial en la política antidrogas indispensable para
poder desatrancar salidas y soluciones al problema del narcotráfico, principal
agente generador de violencia y corrupción en el país; y sobre todo, haber dado
el paso de reanudar las relaciones diplomáticas y comerciales con el país y el
hermano pueblo venezolano. Con todo lo dura que ha sido y es nuestra posición
crítica frente a la tragedia que vive este pueblo hermano y frente a las
responsabilidades de quienes han estado al mando del Estado y Gobiernos de este
país, siempre estuvimos en contra de las arbitrariedades cometidas por los
Gobiernos de la extrema derecha colombiana contra la República Bolivariana de
Venezuela, empujada por la extrema derecha norteamericana. A un pueblo no se le
puede revictimizar, so pretexto de diferencias ideológicas y políticas con sus
dirigentes. Por eso, es apenas justo que este Gobierno colombiano esté
reparando esa tropelía cometida con el hermano pueblo venezolano
Y
a propósito de las arbitrariedades cometidas por los Gobiernos de la extrema
derecha colombiana contra Venezuela, estuvo primero, la de vender por parte del
Gobierno Uribe, las acciones que tenía en la Empresa Monómeros
colombo-venezolanos al de Venezuela por 50 millones de dólares, como un paso
para empezar a envenenar las relaciones con el Estado venezolano. Venta que,
entre otras cosas, sería muy importante que el Gobierno colombiano actual,
investigara a fondo, qué se hicieron esos recursos, a dónde fueron a parar;
luego el Gobierno Duque completó la torpeza convirtiéndola en monumental
arbitrariedad, al reconocer al figurín de la derecha tradicional venezolana y
entregarle el control de la empresa que ya era de propiedad completa de
Venezuela, al supuesto Gobierno de ese figurín.
El
Presidente Petro lanzó la idea de volver a comprar, por parte del Gobierno
colombiano, la mitad de las acciones de la empresa. Sin titubear para nada,
consideramos que ese sería un paso de enorme trascendencia económica, política
y social, no solo por la posibilidad de recuperar la autosuficiencia en materia
de fertilizantes para el agro en Colombia, sino porque ese paso podría
constituirse en la cuota inicial de
reconstrucción de la economía y la política de la Gran Colombia. Haciendo a un
lado los romanticismos históricos, la desastrosa utilización que hicieran de
esa propuesta las fuerzas políticas existentes en el momento que la planteó
Bolívar, los odios partidistas que incentivaron, más lo equivocado en su
aplicación por parte de él mismo, dieron al traste con una posibilidad que bien
pudo ayudar a crear otra realidad en el continente. Bolívar con su capacidad
visionaria y su aguda apreciación de las fuerzas económicas y políticas que se
movían en su momento, creyó en la necesidad de crear un bloque fuerte con mayor
capacidad para defenderse de las potencias imperialistas de Europa,
Norteamérica, y en cierta forma, de los más fuertes en Sur América como Brasil
y Argentina. Solo que él no supo cómo hacerlo. Su delirio absolutista y
bonapartista al estilo francés, junto con el arraigo a los poderes locales de
las dirigencias de entonces que no se habían removido y que no pudo tratar, lo
llevaron al fracaso. Sin embargo, en el siglo XX, cundo se hizo un buen intento
de retomarla y darle vida, dio excelentes resultados. Testimonio claro de ello
lo tenemos en empresas como la Flota Mercante Gran Colombiana, Avianca, y otros
emprendimientos que fueron orgullo internacional de nuestros pueblos.
Hoy,
más que en los tiempos de Bolívar, y ahora más que nunca, cobra actualidad y es
necesaria la reconstrucción de la Gran Colombia, de la que, en la actualidad,
podría hacer parte Panamá; hay que acariciar esa idea, hay que intentar, por lo
menos, retomarla, y hasta donde sea posible, luchar por su realización de
acuerdo a las circunstancias que estamos viviendo, pero con una política y unas
formas estatales muy diferentes de las que intentó Bolívar. En su momento, eran
varias potencias imperialistas que se diputaban el dominio del mundo, pero de manera
separada, cada una por su lado. Ahora, nos encontramos frente a dos grandes
bloques imperialistas: EE. UU. de Norteamérica, la Unión Europea y Japón y
todos sus aliados de un lado, y del otro, Rusia, China y demás aliados. Bien
sabemos que el bloque Rusia-China ha penetrado profundamente en nuestro
continente latinoamericano y EE. UU. hace cuánto puede por tratar sostener el
control sobre estos países como lo ha hecho durante casi dos siglos.
A esta disputa de gigantes no podemos
escapar, pero si podemos, si actuamos con inteligencia, contrarrestarla y ganar
posiciones de independencia, soberanía y autodeterminación, valores políticos
históricos que actualmente el modelo neoliberal que se nutre del saqueo de
nuestros pueblos, nos quiere hacer creer que no sirven para nada y que no
tienen razón de ser. Ya es
hora de convencernos que, uno de los más resonantes triunfos económicos y
políticos del modelo neoliberal y su globalización actual, ha sido y ha
consistido en destrozar económica, política y militarmente no solo a los
Estados nacionales creados como producto de las luchas por la descolonización
de Asia, África y América Latina, sino y de manera especial, las agrupaciones
de Estados nacionales que se conformaron con el propósito de defenderse en
mejores condiciones del avasallamiento de las potencias imperialistas, y si en
algún momento subsistieron o las reconformaron, fue solo porque pasaron a ser
funcionales al modelo o quedaron bajo su absoluto control.
La
irracionalidad y la orgía de la muerte impuesta por la barbarie nos enceguece y
empequeñece a cada momento, pero podemos, como David, desafiar a Goliat y
derribarlo, si sabemos utilizar las pequeñas fuerzas que tenemos, si actuamos
con inteligencia y hacemos lo que hay que hacer. Si no hay propuestas audaces,
viables y sólidas para reconstruir la unidad de América Latina con
independencia, soberanía nacional, autonomía y autodeterminación, seguiremos
siendo enanos que nos vapulean por todas partes.
Atrevámonos
a desafiar gigantes y a destronar al Rey. A eso estamos abocados y condenados.
Y no tenemos más alternativas recuperadoras de la dignidad de nuestros pueblos
que Resistir, Insistir y Persistir para Resurgir, Reconstruir y Triunfar.
Marino Ausecha Cerón
Popayán,
nov. 21/2.022