En nuestra condición de expresión política organizada por personas
conscientes, preocupados por el deterioro progresivo de nuestros ecosistemas
naturales y del planeta en su conjunto; por el agravamiento y aceleración de lo
que se ha denominado Calentamiento Global o Cambio Climático, principalmente
por el uso intensivo de energías contaminantes; por la acumulación de desechos
sólidos (comúnmente denominados basureros), muchos de ellos, productos sin uso
alguno, arrojados al desperdicio y dilapidados para poder sostener en
movimiento una industria privada que produce sin necesidad y control; por la deforestación
que arrasa bosques solo para enriquecer a los grandes propietarios de tierras,
y por la contaminación hídrica con subproductos que van desde los plásticos
hasta metales altamente tóxicos; la realización de este evento en nuestra
tierra, no puede generarnos otra cosa que alegría, optimismo y muchas más
esperanzas en que los Gobiernos reunidos en él, por fin decidan pasar de la
retórica, del desfile de datos, cifras estadísticas y floridos discursos, a los
hechos, a realmente asumir compromisos concretos y, especialmente, a establecer
instrumentos de seguimiento y control estricto sobre su ejecución
Expresamos nuestra gran satisfacción por que Colombia, el Suroccidente
colombiano y particularmente Cali, hayan tenido ese honor de convertirse en anfitriones
de un Evento como este que puede ser definitivo para que los dirigentes de los
países de todo el mundo y por supuesto Colombia y esta región que allí van a
debatir, asumamos el compromiso de dar pasos mucho más a fondo en la difícil
lucha por revertir unos procesos, más que de desarrollo, de crecimiento
económico, aumento de producciones, intercambio y consumo, por la vía de la
conquista y dominio sobre la naturaleza con un tipo de relaciones eminentemente
destructoras, dilapidadoras y depredadoras. Hacemos un ferviente reconocimiento
al Gobierno nacional del Presidente Gustavo Petro por su esfuerzo, al lograr
que nuestro país entre a jugar un papel de primer orden en una obra tan
gigantesca como es la de construir otro modo de progresar sin depredar, de
gozar en nuestro planeta embelleciéndolo y de dignificarnos transformando el
mundo sin destruirlo. Saludamos complacidos desde luego al pueblo caleño por
ese logro y a todas las comunidades del Suroccidente, de las cuales hacemos
parte.
Y por tratarse de un Evento de tal magnitud, de la trascendencia de los
temas a tratar y de la urgencia de las decisiones y soluciones que se tienen
que adoptar, no nos podemos quedar solo en alabanzas y felicitaciones. Nos
preocupa mucho, además de los resultados que esperamos arroje el evento y las
realizaciones posteriores en dirección a la protección de la biodiversidad de
la acción catastrófica de los depredadores con rostro humano, propósito
imposible de lograr si no se produce una modificación sustancial de ese tipo de
relaciones de posesión y dominio destructores de la naturaleza en aras del
beneficio particular, sino también, otras realidades, situaciones y condiciones
existentes, sobre todo en el Valle del Cauca y Cali. Está muy bien que uno de
los argumentos más fuertes que contribuyó a asignar la sede del Evento a Cali
fuera el de que la Región Pacífica es la que alberga la mayor biodiversidad del
país. Y a nosotros, como parte que somos de ella, nos complace que así sea.
Sin embargo, no perdamos de vista que, si bien la región pacífica alberga
un poco más de biodiversidad, es el país entero el que ocupa el segundo lugar
en biodiversidad en el mundo, a pesar de la destrucción que se ha hecho y
continúa. Esta inapreciable riqueza no valorada y sí muy despreciada por los
depredadores con rostro humano, comenzando por los conquistadores españoles que
no sabían a donde era que habían llegado, ha sido y sigue siendo
sistemáticamente amenazada y cada día más violentada. Según datos científicos
de estudios recientes, entre ellos, del Ecólogo Nicola Clerici, el geógrafo
Paulo Murillo y Camilo Correa-Ryram, una vez terminó la tragedia del conflicto
armado FARC-Estado colombiano, se inició otra que puede ser más devastadora:
“Solo en 2016, la deforestación aumentó en 44% con respecto al año anterior”.
La sociedad colombiana y el mundo estamos perdiendo 1.500 klms cuadrados de
bosque cada año. De estos, el 65% corresponden a bosques amazónicos.
Paramos de alta montaña.
Un páramo invadido hasta por vivienda.
“La mayor parte de esta deforestación está concentrada en las zonas que
antes controlaban las FARC y que incluyen una franja de 500 klms de longitud en
la que se intersecan y confunden las faldas o piedemontes de la cordillera de
los Andes y las tierras bajas de la Amazonía-un sitio que es corredor para
miles de especies, una zona de intercambio genético entre distintas poblaciones
de la misma especie y una región que soporta una extensa red de ríos que bajan
de las montañas para alimentar la cuenca Amazónica-“. En un trabajo publicado
en 2.022 en Global Ecology and
Conservatión, estos científicos encontraron que entre 2.000 y 2.020, la pérdida
de hábitat en la región Andes-Amazonía colombiana fue del 13%, mientras que la
pérdida de hábitat conectado fue aún mayor, del 18%, con tendencia a acelerarse
desde el 2.016, coincidiendo con la negociación y terminación del conflicto con
las FARC. El estudio señala: “Este resultado es preocupante, porque indica que
los parches bien conectados están cada vez más fragmentados y aislados
afectando a las conexiones naturales de los Andes y la Amazonía y a la
capacidad de movimiento de especies”.
Imágenes. Faldas
de la cordillera oriental de Colombia
Y teniendo en cuenta esa conexión vital, esa dependencia de la Amazonía de
la alta montaña de nuestras cordilleras y sus páramos, que apenas ahora
comienza a plantearse y a convertirse en conciencia científica, en especial de
sus consecuencias catastróficas, la investigadora de la U. Nacional Daniela P.
Rodríguez ha encontrado que: “En Colombia se ha perdido 57% de estos
ecosistemas: de los 2,9 millones de hectáreas que existían ahora solo se
contabilizan alrededor de 1.120.000. En los páramos afectados por actividades
ganaderas o agrícolas la vegetación autóctona desapareció; los suelos se
perdieron pues se compactaron y ya no retienen agua, y por lo tanto esta ya no
corre hasta llegar a quebradas y ríos. El ecosistema se está fragmentando y
cifras e investigaciones lo aseguran”. Y a continuación, el Profesor Conrado de
Jesús Tobón Marín, de la U. Nacional (Medellín) afirma: “Aunque los páramos
están protegidos desde 2018 por la Corte Constitucional, esta legislación no se
aplica, por eso ellos necesitan primeros auxilios urgentes y, desde los
mandatarios de pueblos que tengan jurisdicción en estas áreas, hasta el
Gobierno nacional, deben tomar decisiones apoyadas en la evidencia científica”.
A continuación, agrega: “Aunque los páramos están protegidos desde 2018 por la
Corte Constitucional, esta legislación no se aplica, por eso ellos necesitan
primeros auxilios urgentes y, desde los mandatarios de pueblos que tengan
jurisdicción en estas áreas, hasta el Gobierno nacional, deben tomar decisiones
apoyadas en la evidencia científica”. Y al final concluye: “Solo
por el servicio hidrológico que prestan deberían conservarse al 100 % e ir más
allá: restaurar los páramos degradados”. Solo estos dos casos, nos permiten
alcanzar a vislumbrar la gravedad de los daños ya causados y los que están en
marcha, si no tomamos medidas drásticas y damos pasos efectivos en la reversión
de ese camino a la muerte. (https://www.agronegocios.co/clima/en-colombia-se-han-perdido-57%-de-las-hectareas-de-los-paramos-de-alta-montaña-3809688).
Imágenes. Amazonia
colombiana
Pero volvamos a nuestra región. En el Valle del Cauca y Cali esa
biodiversidad que se resiste a morir, cada día está siendo traslapada por otras
actividades económicas que no le hacen ningún honor a la biodiversidad. Por
ejemplo, en su parte central y sur principalmente fue inundado del monocultivo
de caña de azúcar, con el que se han enriquecido unas familias, las cuales,
beneficiándose, además con la adopción e imposición del modelo de apertura de
mercados, mantienen una numerosa fuerza de trabajo con relaciones laborales
precarias. A finales de la década de los años 60 (1.967) del siglo XX, en Palmira, fue instalado el Centro
Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), uno de varios de ese tipo que
fueron creados en diferentes partes del mundo para promover la tristemente
célebre “Revolución Verde” como política, instituciones e instrumentos que
llevaron a cabo el más grande y devastador atentado contra la biodiversidad, al
apropiase el germoplasma de numerosas especies, acabando semillas nativas de
papa, maíz, fríjol, trigo, arroz y reemplazándolas por otras modificadas para
enganchar a lo productores en el gigantesco negocio de semillas y agroquímicos.
Desde mediados de la década de los años 50 del siglo XX cuando hiciera
presencia en el Valle del Cauca, y particularmente en Cali, la
trans-multinacional irlandesa Smurfit Carpa y poco después comprara parte de la
Empresa Cartón de Colombia S. A., del mismo modo inundaron de pino y eucaliptus
diferentes zonas, especialmente en el Cauca y Valle del Cauca, poblando de
estas especies introducidas, áreas no propiamente de vocación forestal sino
agrícola, desapareciendo muchas especies nativas de flora y fauna, mientras
gran parte de la comunidad indígena misak precariamente sobrevive arañando en
microfundios de 2.000 m2., y miles de productores de alimentos de consumo
inmediato y café lo hacen en minifundios, entre una y dos hectáreas. Esta
realidad comprobada y comprobable a simple vista, de manera palpable y sin
hacer tantos esfuerzos mentales, tampoco es que le haga muchos méritos a la
conservación de la biodiversidad.
Imágenes. Monocultivo de Eucaliptus en la meseta central
del Cauca Colombia
Por estos y muchos otros motivos, preguntamos a la Señora gobernadora del
Valle del Cauca y al Señor Alcalde de Cali actuales: ¿Será mucho motivo de
orgullo presentar a los Gobiernos del mundo ese monumento del monocultivo de
caña de azúcar y la gran producción azucarera que ni es alimento ni es
saludable? Y ¿lo será presentar el otro monumento del monocultivo de pinos y
eucaliptus, en especial en la meseta de Popayán, ocupando áreas que en su
mayoría son de vocación agrícola?¿Será un gran motivo de orgullo ocultar,
porque estamos totalmente seguros que en la Conferencia ocultarán, esa
monstruosa realidad de destrucción de especies maderables en áreas del Chocó
que llegaban hace muy poco tiempo por los ríos hasta el mar y de allí a los
aserraderos ilegales instalados en Buenaventura, sin que ninguna autoridad
ambiental ni policiva ni administrativa hiciera nada?
¿Será mucho motivo de orgullo la tenebrosa situación de violencia que han
vivido las comunidades en Buenaventura promovida por los grupos armados
ilegales, por el narcotráfico, otros grupos mafiosos y en buena medida por el
abandono al cual han contribuido Cali y su clase dirigente limitándose a
recibir dividendos económicos y políticos de los muchos que ha producido y
produce el puerto, sin hacer nada para resolver las inaceptables condiciones de
pobreza en que se han debatido sus habitantes? ¿Deberemos revestirnos de
orgullo los chocoanos, vallecaucanos, caucanos y nariñenses, sabiendo que en el
Pacífico andan los barcos camaroneros, pescadores de otras especies y cazadores
de tiburones para cortarles las aletas, como Pedro por su casa en el mar territorial
de Colombia llegados hasta del Japón y que nadie haga nada para proteger esa
biodiversidad?
¿Será que tenemos tantos motivos de orgullo para inflarnos como el globo
cuando los grupos armados ilegales neutralizan
al Gobierno nacional pactando “cese el fuego” con él, mientras se dedican a
hacerse la guerra entre ellos por reparto de territorios y de rutas del
narcotráfico? Y no solo eso. ¿Cuánta contaminación y destrucción de bosques, de
biodiversidad y social han ocasionado con esa actividad a las comunidades en la
región y del mundo? ¿Cuánta destrucción y contaminación han producido con la
gran minería ilegal? ¿Estará esa clase dirigente y gobernante del Valle del
Cauca y Cali dispuesta a hacer los cambios económicos y políticos que, por lo
menos, mitiguen en parte la angustiosa situación que viven los desplazados de
Nariño, Cauca, del mismo Valle y Chocó, y que en su gran mayoría han llegado a
Cali?
¿O será que esa clase dirigente y gobernante tradicional está de plácemes
por haberse ganado esa lotería sin comprarla y simplemente cree que puede hacer
uso de la Conferencia con el propósito de ir a pedir aportes económicos porque
se imagina que allí se moverán cuantiosos recursos, sin comprometerse en nada?
¿Será que por fin hace a un lado la oposición solapada que ha mantenido durante
muchos años a la construcción de la carretera Popayán-Guapi, ha bloqueado el
mejoramiento de las comunicaciones de Pasto con el Pacífico y otras
posibilidades en el Chocó porque pretende mantener indefinidamente el monopolio
del puerto de Buenaventura? ¿No será
que, frente a estas realidades tan evidentes que a todo momento se eluden y
dulcifican, hay que comprometerse a modificarlas sustancialmente, porque a
todas luces, no son motivo de orgullo, sino de vergüenza, con el agravante de
ser un detonante incontrolable, como lo pudimos apreciar en los estallidos
sociales de 2.019 y 2.021?
Dada la magnitud de lo que allí se dirime, además de expresar nuestras
preocupaciones, queremos presentar a la opinión pública del Suroccidente y del
país unas propuestas básicas que creemos, deberían ser consideradas en el
Evento. Estas son:
1.- Que los conocimientos y aportes de los investigadores científicos,
intelectuales y profesionales eco-ambientales, sean recepcionados y tenidos en
cuenta en la construcción de las soluciones que necesitan la región y el país.
2.- Que, a los investigadores, intelectuales y profesionales de las
Ciencias Económicas del Agro, igualmente les sean recibidos y considerados sus
conocimientos y aportes en las soluciones.
3.- Que se permita la participación y posibilidades de dar a conocer sus
opiniones a representantes de organizaciones sindicales del sector industrial
de Cali, el Valle del Cauca, de la región y del país.
4.- Que se le de participación y se escuche lo que piensan los
representantes de los trabajadores de la caña de azúcar.
5.- Que haya participación de representantes de comunidades indígenas y
campesinas de Nariño, Cauca, Valle del Cauca y Chocó y, de manera especial, se
escuche la voz de las comunidades negras del litoral pacífico.
6- Construir una política ambiental con sus correspondientes instrumentos
que le den a las comunidades posibilidades reales de hacer parte activa de la
protección de sus recursos naturales, de reordenar el uso del suelo y
reorganizar ambientalmente los territorios, hacer efectivo el cumplimiento de
los acuerdos de paz y promover el desarrollo protegiendo la biodiversidad, como
tema esencial.
Cordialmente
EL FARO SOCIAL
Popayán, febrero 29 /2.024
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